El señor de Halleborg (fragmento) "Las tardes se impregnaban de humedad, y las noches eran ya frías. La tos de Amelia se hizo intensa y frecuente. Algunos accesos tenían tan grande violencia que sus heridos pulmones parecían desgarrarse. Desde el 10 de septiembre comenzaron a arder los troncos de encina en las monumentales chimeneas de su cámara. Y llegado octubre la enferma renunció a salir de su dormitorio ni aún para las comidas. Pasaba los días postrada en su lecho o en un ancho sofá. Se avisó al médico, el mismo que le asistía en Lindenas, varón abandonado y distraído que esta vez se enmendó vistiendo camisas y ropas nuevas y ciñéndose una corbata flamante. Pero su diagnóstico no cambió. -Consunción, y consunción avanzadísima. -¿En el grado último? -No; algo se ha fortalecido por el reposo y los muchos cuidados que la enferma tiene actualmente. Pero el mal nada ha perdido en intensidad y la va minando y acabando. ¿El desenlace? ¡Oh! puede producirse dentro de algunos meses, de un año, acaso más tarde... depende del tratamiento severísimo y de los cuidados que tenga la joven baronesa. Y se despidió más contento de la acogida del varón que éste de su diagnóstico. Amelia siguió tosiendo y sufriendo. Algunas semanas después, el viejo pastor visitó a Gosta acompañado de un antiguo amigo, el célebre doctor Lindroth, sabio maestro de la Universidad de Estocolmo. El viejo Hjelm no presentó a su amigo como doctor en medicina, aunque Gosta lo sabía sobradamente, sino como un erudito investigador en sus ocios de la Anticuaria y Genealogía, el cual deseaba consultar ejecutorias y tomar notas de los archivos de Halleborg, sin inferir molestias al señor del lugar. Accedió Gosta diciéndole al doctor que viniese y se instalase en su biblioteca cuando gustase. Y vino dos días, tres; y al cuarto, su amigo el pastor fue para recogerlo, y Gosta les pidió que le acompañasen en su solitaria comida. " epdlp.com |