La partida de bandoleros (fragmento)Leonhard Frank
La partida de bandoleros (fragmento)

"Primero el maestro le miró fijamente; luego, le pegó una bofetada. Después de un empujón, le tiró al suelo. Los otros aprendices permanecieron inmóviles, mientras que al oficial, de risa, se le cayeron los lentes al doblarse sobre el banco.
El maestro siguió trabajando. Estaba ocupado, en uno de los tornos relucientes, en hacer un tornillo de hierro para una cerradura eléctrica, operación en que el más antiguo de los aprendices había de ayudarle a dar vueltas al torno, poniendo toda su alma en ello, como si estuviera tocando el piano.
El maestro apartó el buril del hierro y miró fijamente al aprendiz, que sin quitar ojo del maestro siguió pedaleando hasta recibir la bofetada. El maestro volvió a su trabajo. La viruta de hierro se retorcía en espiral buril arriba.
Después que hubo terminado el tornillo, le parecía al aprendiz, sudoroso, que había terminado un examen de piano en el cual hubiera ejecutado una pieza muy difícil. El maestro, como si creyera ser el compositor, se fue muy decidido a la fragua a forjar el resorte.
Oldshatterhand corrió presuroso «al cuarto». Como si no tuviera ni un minuto que perder, cogió el revólver de debajo de la vitrina, y, arrodillándose, prendió fuego a un paquete de cuadernos: La condesa pálida o El crimen del bosque y a toda la biblioteca.
Contempló aún cómo las llamas llegaban hasta el techo; el humo le obligó a buscar la salida.
De los subterráneos salía, silencioso, un humo blanco.
Oldshatterhand oyó un terrible estrépito: una nube de polvo y de humo, saliendo del subterráneo, se elevó al cielo.
La galería subterránea se había cegado; el «cuarto» quedaba soterrado para siempre. Oldshatterhand permanecía absorto en el foso.
Desde aquel momento desapareció de Wurzburg.
Por la ciudad corrió el rumor de que detrás de un armario de la celda de la superiora del convento Porta Coeli, a una hora del «cuarto», se había elevado una columna de humo. "



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