Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista (fragmento)Cipriano Mera
Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista (fragmento)

"En la mañana del 26 de marzo de 1939 conversé en mi oficina con Esteller respecto a la evacuación de Madrid de nuestras familias respectivas. Me dijo que por la noche o al día siguiente de madrugada saldrían todos para Lorca. No podíamos hacer menos por los nuestros, que habían aguantado toda la guerra en Madrid en las pésimas condiciones de la mayor parte del vecindario. Más tarde se fueron presentando separadamente los jefes de las divisiones, con los que iba cambiando impresiones sobre la situación reinante, cada vez más confusa por no recibir la menor información del Consejo. Hablé luego con el capitán de la compañía que montaba la guardia en nuestro Cuartel General, el cual me aseguró que su gente era de toda confianza. A las cinco fui llamado por el jefe del Ejército del Centro, coronel Prada, anunciándome haber convocado a todos los jefes del Cuerpo.

Me dirigí en seguida a Madrid. Una vez todos reunidos, Prada manifestó que, según sus informes las fuerzas del II Cuerpo que ocupan el sector de la Bombilla fraternizaban abiertamente con las del enemigo: fumaban juntos e intercambiaban cosas los soldados de uno y otro bando. El coronel temía que la propagación de estos hechos acarreara el derrumbamiento del frente. El jefe del II Cuerpo, teniente coronel Zulueta, trató de justificar la situación y quitarle importancia, afirmando que esas mismas fuerzas nuestras que fraternizaban con el enemigo obedecerían las órdenes que recibieran. Se estableció un diálogo entre ambos jefes, y los demás guardamos silencio. Por fin intervine yo para decir.

–Mi coronel: si esto es el principio, ¿cómo será el final?

Prada no respondió a mi pregunta, pero insistió cerca del teniente coronel Zulueta para que pusiera el mejor empeño en terminar de una vez con esa fraternización.

Me marché luego a la calle Serrano para entrevistarme con el Comité de Defensa de la CNT. Allí encontré a los compañeros Val, González Marín, Salgado y García Pradas. Hablamos e incluso discutimos un momento con calor respecto a la situación y el desenlace que podía tener. Les puse al corriente de la retirada que había de comenzar al día siguiente por la noche. Val me pidió que siguiera de cerca el repliegue de la 33 División y le informase una vez finalizado. Le contesté que tal era mi intención y que por eso le había ido a ver. Me despedí de todos ellos y regresé a mi Cuartel General.

Inicié la jornada capital del 27 poniéndome en comunicación telefónica con los jefes de las divisiones y algunos de las brigadas, para conocer la situación exacta en los sectores que ocupaban. A las once de la mañana, acompañado de Verardini y del jefe de la 33 División –la primera que debía evacuar– salí para Madrid. En el Ministerio de Hacienda me entrevisté con el coronel Casado, al cual hice conocer el proyecto establecido para el repliegue de las unidades de la citada división. Casado expresó su acuerdo y me dijo que lo pasara al jefe del Ejército del Centro para que lo convirtiese en orden. Así hice. El coronel Prada lo leyó, añadió algunas observaciones y dispuso que el proyecto fuera transformado por el Estado Mayor en orden de repliegue. Noté que abundaban por allí los mandos y comisarios, todos los cuales se movían de un lado para otro de manera algo autómata, como si su pensamiento estuviera en otra parte. También se veían no pocas caras pálidas, desencajadas. Daban una triste impresión de hombres derrotados. "



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