La tienda de juguetes (fragmento)Carlos Coello
La tienda de juguetes (fragmento)

"Yo, aquí donde Vd. me ve, nací con vocación y con grandes cualidades de artista. La pobreza de mi familia me privó de hacer ciertos estudios y de llegar a ser un nuevo Thorvaldsen; pero al notar mi pasión por la escultura y mi facilidad para modelar muñecos de barro, un fabricante de juguetes que vivía en mi pueblo me llevó a su casa, me inició en todos los secretos de su profesión y pronto fui el primero de sus oficiales. Puedo afirmarlo sin vanagloria: nadie ha sabido tan bien como yo pintar la inocencia y la alegría en el rostro de los bebés, dar a la fisonomía de las muñecas una expresión agradable y distinguida y poner en los labios de los polichinelas una sonrisa benévola y volteriana al propio tiempo.
Desdichas de mi principal, que sería largo y enojoso referir a Vd. ahora, me trajeron con él a España, donde varios compatriotas nuestros se habían enriquecido en el comercio de juguetes.
Mi principal se estableció en Barcelona; yo me vi dueño de algunos ahorros y me dirigí a Madrid, deseoso de tentar fortuna por mi propia cuenta. Allí me enamoré perdidamente de la que hoy es mi esposa, fui ensanchando el círculo de mis negocios y poco tiempo después de casarme realicé lo que siempre había sido mi sueño dorado: abrir una tienda de juguetes a mi gusto.
¡Con qué esmero cuidé de los menores detalles! ¡Qué llamativa era la muestra! ¡Qué elegante y artística la anaquelería! ¡Qué completo y qué nuevo el surtido de juguetes de todas clases, construidos en su mayor parte por mis propias manos! No me cambiaba yo por nadie cuando asomado a la ventana de nuestra habitación, que daba al interior de la tienda, veía esta siempre llena de compradores y con infinidad de personas detenidas ante el escaparate… Voy a decir a Vd. una cosa que va a parecerle impropia de un hombre en su sano juicio: como casi todo aquello era obra mía, como me había costado tantas fatigas y preocupaciones, me consideraba yo creador en cierta manera de aquel mundo de muñecos, y algunas noches, acalorada la imaginación y soñando despierto, me parecía que de un momento a otro iban a cobrar vida, a animarse y a moverse. Algunos de mis bebés decían «papá» y «mamá» con una claridad sorprendente; pero mis deseos iban más lejos todavía… ¿Quién es capaz de encadenar el pensamiento? "



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