Un inconveniente (fragmento)Mary Cholmondeley
Un inconveniente (fragmento)

"Pero antes de llegar al mar, y contra la marea, dieron la vuelta para regresar a Londres. Mary no se había atrevido a hablar con Elsa en toda la tarde, y apenas quedaba tiempo ya: recordaba el telegrama y aquella frase, «Después de lo de Speaker’s Stairs». ¿Debía hablarle con claridad a Elsa? ¿No debía avisarla de cómo era realmente Lord Francis, según Mary había sabido por su propia amiga y por otros confidentes? ¿No debía decirle que aquel hombre sólo podría traerle miseria y dolor? Mary luchaba con sus buenos sentimientos. Pero algo que ella confundió con el sentido común le dijo que Elsa nunca le haría caso, que Elsa no era tan ingenua como para no saber que Lord Francis ya le había hecho la corte a otras jovencitas, aun estando casado. Aquel sentido, o aquella corazonada, le decía a Mary que la sangre de Elsa no era pura, que su temperamento, heredado de innobles acciones, la llevaría a ser una mala esposa para cualquier hombre, que en realidad iba a convertirse en la amante de Lord Francis porque así debía ser, porque era su destino. Incluso si Mary la persuadía de no rendirse ante su amante, Elsa seguiría siendo culpable, durante toda la eternidad, de pensamiento, y eso, se decía Mary, era lo mismo que cometer el pecado; era igual a la acción.
Elsa ya estaba perdida.
Aunque sobre aquella voz, que alguien llamaría cordura, se impuso durante algunos minutos otra que la avisaba: «Elsa está confusa, no sabe lo que hace, ayúdala».
Pero Mary también sentía ira contra Elsa. No entendía la atención que le prestaban todos —el propio capitán Lestrange hacía un momento—. Mary era demasiado conservadora para entender las acciones impulsivas, se tratara del amor o de las mariposas. "



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