Resérvame el vals (fragmento)Zelda Fitzgerald
Resérvame el vals (fragmento)

"La extrañeza y agitación de Nueva York, los periodistas y los vestíbulos de hotel llenos de pieles, el brillo del sol en los cristales de las ventanas y el polvo irritante de finales de primavera; lo impresionante de los Fowler y muchos bailes por la tarde y mi comportamiento excéntrico en Princeton. Recordé los ojos azules de Townsend y los juegos de Ludlow y un baúl que emanaba perfume y el olor a mancochas del Biltmore. Siempre estaban allí Ludlow, Townsend, Alex y Bill Mackey, y tú y yo. No nos gustaban las mujeres y éramos felices. El apartamento de George y sus combinados de absenta y el cabello dorado de Ruth Findley en el peine de él, y visitas a «Smart Set» y a «Vanity Fair»: un mundo literario colegial desmesurado por los periódicos neoyorquinos. Había flores y clubes nocturnos y el consejo de Ludlow de que nos trasladáramos al campo. Una vez reñimos en West Port hablando de moral, caminando junto a un muro colonial bajo el frescor de los lilos. Pasamos toda la noche en vela hablando de «Brass Knuckles and Guitar». Estaba el parador de carretera en el que comprábamos ginebra y Kate Hicks y los Maurice y el marco radiante del Clob Rye Beach. Nadamos en plena noche con George antes de reñir con él y fuimos a las fiestas de John Williams, a las que iban acericos que hablaban francés cuando se emborrachaban. George tocó Caddle up a Little Closer al piano. Y mis pantalones blancos que sobresaltaron a las colinas de Connecticut y el baño con sandalias en la charquita. La playa y montones de hombres, recorridos demenciales en coche por Post Road y viajes a Nueva York. Nunca conseguíamos habitación en los hoteles de noche por lo jóvenes que parecíamos, así que una vez llenamos una maleta vacía con el listín telefónico, cucharas y un acerico en el Manhattan. Yo tuve una relación romántica con Townsend y él se marchó a Tahalí y tus aventuras con Gene Bankhead y Miriam. Compramos el Marmon con Harvey Firestone y fuimos al sur por las ciénagas de Virginia, las colinas de arcilla roja de Georgia, los preciosos lechos fluviales llenos de rodadas de Alabama. Bebimos whisky de maíz en los alerones de un aeroplano a la luz de la luna, bailamos en el club de campo y regresamos. Yo tenía un vestido rosa que flotaba y uno plateado muy espectacular que había comprado con Don Stewart. "


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