El caballero del salón (fragmento)William Somerset Maugham
El caballero del salón (fragmento)

"El encantador y mundano Lawrence Sterne se habría echado a llorar al ver estos animalitos tan primorosos y escrito un pasaje que nos habría desgarrado el corazón. Pero nosotros estamos hechos con una pasta más dura. Si tenemos un fusil en la mano, aunque seamos malos cazadores, se nos ofrecen como un blanco fácil. Al punto, el indígena que nos acompaña los sostiene en la mano, pero se muestra insensible y no ve nada patético en estas adorables avecitas, un momento antes llenas de vida y ahora muertas delante de él. ¡Qué ricas, sustanciosas, suculentas y jugosas están cuando el gurka Rang Lal las trae asadas, en su punto, para que nos desayunemos a la mañana siguiente!
Mi cocinero era un telegu de mediana edad; su delgado rostro, de caoba oscura, estaba estragado y arrugado, y su pelo espeso y sin lustre tenía vetas de plata. Era muy delgado, alto, un tipo saturnino que causaba impresión con su turbante y túnica de color blanco. Andaba a zancadas grandes y acompasadas, y recorría las trece millas aproximadas de cada jornada sin cansancio ni esfuerzo. Al principio me sorprendía ver a esta persona barbuda y digna trepar como una serpiente por un árbol del recinto y zarandear la fruta que necesitaba para alguna de sus salsas. Como muchos otros artistas, su personalidad era más interesante que su obra; lo que cocinaba no era ni bueno ni variado; un día me servía de cena un dulce de bizcocho borracho y al día siguiente pudín con pasas; son los postres básicos de Oriente, y, al verlos aparecer en todas la mesas, confeccionados por un japonés en Kyoto, un chino en Amoy, un malayo en Alor Sat o un madrasí en Mulmein, nuestro corazón siente pena por la vida insípida y monótona que llevan esas damiselas inglesas en vicarías de provincia o en casas de recreo junto al mar (en compañía de su padre, coronel retirado), que las introdujeron en el Oriente inmemorial. Aunque mi conocimiento de estos asuntos es muy limitado, tuve la osadía de enseñar a mi telegu a hacer carne en salsa con una lata de ternera. Confiaba en que, cuando me dejara, pasaría la valiosa receta a otros cocineros y que, al final, el escaso repertorio de la cocina anglo-oriental se vería enriquecido con un plato más. Yo iba a ser un bienhechor de mi especie.
Había reparado en que la cocina estaba muy desordenada y bastante sucia, pero en estos asuntos no conviene mostrarse demasiado remilgado; cuando piensa uno en todas las cosas desagradables que le pasan a nuestro intestino, parece absurdo ser demasiado puntilloso sobre la manera de preparar los alimentos que le vamos a echar dentro. Hay que reconocer que de una cocina limpia y reluciente como una patena, no siempre salen los platos más apetitosos. Pero me quedé sorprendido cuando Rang Lal vino a quejarse de que el telegu era tan sucio que nadie podía comer lo que él preparaba. Entré en la cocina de nuevo para verlo por mí mismo; y no pude dejar de ver igualmente que mi cocinero había cogido una cogorza monumental. Me dijeron entonces que a veces estaba tan borracho que Lang Lal tenía que hacer la comida en su lugar. Como nos encontrábamos a catorce días de viaje de un lugar donde se le pudiera encontrar un sustituto, me contenté con soltarle el primer vituperio que se me pasó por la cabeza (que no debió de ser muy eficaz, pues hubo que traducirlo al birmano, lengua que él comprendía apenas). Creo que la cosa más hiriente que le dije fue que un cocinero borracho debía al menos ser un buen cocinero, pero él se limitó a mirarme sin parpadear con sus grandes ojos tristones. En Keng Tung, se fue a una juerga de las que hacen época y estuvo tres días sin aparecer: busqué a alguien que ocupara su lugar, pues tenía cuatro semanas de viaje por delante antes de poder llegar a la estación de ferrocarril de Siam; pero no conseguí encontrar a nadie, por lo que, cuando volvió a asomar, muy compungido, me hice el enfadado, si bien dispuesto a perdonar. Él me prometió que no volvería a beber durante el resto del viaje. Hay que ser tolerante con los vicios de los demás. "



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