Catalina de Heilbronn (fragmento)Heinrich von Kleist
Catalina de Heilbronn (fragmento)

"Teobaldo. Ten cuidado, querida Catalinita; el sendero, como ves, está cortado por una zanja. Asienta el pie sobre esta roca, apenas cubierta por el musgo; si supiera yo dónde crece una rosa, de seguro te lo diría... ¡Bien!
Gottfried. ¿Y ni a Dios, muchacha, te confiaste acerca del viaje que hoy tenías voluntad de cumplir...? Pensé que en la encrucijada, donde se alza la imagen de la Virgen, vendrían dos ángeles, jóvenes de aventajada estatura y con alas blancas como nieve, para decimos: ¡Adiós, Teobaldo! ¡Adiós, Gottfried! Volveros por donde habéis venido; nosotros guiaremos ahora a la niña por el camino hacia Dios... Pero de eso, nada; tuvimos que acompañarte hasta el claustro.
Teobaldo. Reina tal silencio en los robles esparcidos por las colinas: hasta se oye el martilleo de un pájaro carpintero. Creo que están enterados de la llegada de Catalina, y procuran espiar su pensamiento. Si yo mismo desearía disolverme en el mundo, con tal de averiguarlo. El son del arpa no debe ser más encantador que su sentimiento; a Israel lo hubiera alejado de David, para enseñar a sus lenguas nuevos salmos... ¿Mi querida Catalinita?
Catalinita. ¡Querido padre!
Teobaldo. Di una palabra.
Catalina. ¿Al fin hemos llegado?
Teobaldo. Así es. En aquel edificio hospitalario, que con sus torres parece enclavado entre las rocas, están las celdas de los santos monjes agustinos; y ves aquí el lugar consagrado donde ruegan.
Catalina. Me siento agotada. "



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