Abril quebrado (fragmento)Ismaíl Kadaré
Abril quebrado (fragmento)

"Diana continuaba ensimismada en el paisaje. Había algo en él que distraía la atención, que vaciaba, aliviando así la intensidad de los pensamientos. Diana recordaba los casos difíciles de interpretación del Kanun con que se había encontrado Alí Binak, tal como los había escuchado de labios del posadero. No se trataba en realidad de acontecimientos en sí sino de fragmentos de ellos, imágenes y retazos que flotaban con lentitud en la corriente de su divagación. Dos puertas que eran arrancadas de sus goznes para ser intercambiadas. Una había sido agujereada a balazos en una noche de verano. El dueño de la casa ofendida debía tomarse la debida satisfacción, mas ¿qué hacer? Por culpa de una puerta agujereada no podía derramarse sangre, pero tampoco podía quedar impune la ofensa. Entonces Alí Binak, convocado para dirimir el caso, había sentenciado que se debía arrancar la puerta del culpable y colocar en su lugar la dañada, que tendría que permanecer así para siempre, sin que su dueño tuviera derecho a cambiarla ni repararla.
Diana imaginaba el deambular de Alí Binak de aldea en aldea y de comarca en comarca, secundado por sus dos asistentes, el médico y el agrimensor. Era difícil concebir un grupo más extraño. Otra noche, alguien recibía un huésped en casa y enviaba a su mujer a la de unos vecinos (los más próximos se encontraban a un cuarto de hora) para pedirles algo prestado. Y la mujer no regresaba, pero el anfitrión permanecía frente al huésped y ocultaba su inquietud hasta la mañana siguiente. En cuanto a ella, no regresaba al día siguiente ni al otro, pues había sucedido algo insólito en el Rrafsh: la mujer había sido retenida por la fuerza en la casa de tres hermanos vecinos, que yacieron con ella una noche cada uno.
Diana se imaginó a sí misma en la situación de aquella mujer y se estremeció. Sacudió la cabeza, en un esfuerzo por liberarse de idea tan enervante, pero no llegaba a lograrlo.
Pasada la tercera noche, la mujer regresó y relató a su esposo lo sucedido. ¿Qué debía hacer el agraviado? El hecho era del todo insólito y sólo podía repararse con sangre. Bien, pero el clan de los hermanos violadores era numeroso y gozaba de mucho poder, de modo que tras los primeros meses de venganza la familia del ofendido quedaría completamente extinguida. Por otra parte, el marido burlado no era muy valiente. Así pues, reclamó por aquel hecho extraordinario algo que rara vez reclama un montañés: el concurso del consejo de ancianos. El caso era complicado. No resultaba fácil juzgar un asunto que no tenía precedentes en la memoria del Rrafsh; era también difícil encontrar el castigo que debían recibir los tres hermanos. Llamaron entonces a Alí Binak y éste expuso dos posibles salidas: o los tres hermanos enviaban por turno a sus mujeres a dormir, una noche cada una, con el ofendido, o elegían a uno de ellos para que muriera a manos de éste sin que su muerte tuviera derecho a ser vengada. "



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