Faster (fragmento)Eduardo Berti
Faster (fragmento)

"No recuerdo que el secretario irrumpiera en el despacho ni que Fangio mirara el reloj ni que sonase el teléfono ni que otro azar u otro signo nos dijese o sugiriese que era tiempo de terminar. En mi recuerdo, fuimos Fernán y yo los que marcamos el fin de esa primera entrevista. O en todo caso, pienso hoy, si Fangio o el secretario debieron echar mano de una estratagema para que terminásemos, fue tan sutil que no la percibimos. Es muy probable, recapacito cuarenta años más tarde, que el episodio final, cuando Fangio se ofreció a mostrarnos su Fórmula 1 incluyendo una explicación sobre su funcionamiento (si es que nosotros queríamos… y claro que lo queríamos), es muy probable que aquello fuese, por parte de él, una forma subrepticia de sugerir que era el fin de nuestra cita. Una vez más: lo hizo con tal cortesía y nos dio luego una lección tan detallada sobre el coche (tan inútil en mi caso porque nunca he conducido ni he sacado licencia de conductor) que en ningún momento sentimos que le hacíamos perder tiempo.
No recuerdo, más allá de la «lección», de qué otras cosas hablamos junto al coche. Recuerdo, creo recordar, que Fernán le preguntó qué era lo que más le gustaba a la hora de correr, una pregunta teóricamente condenada al fracaso, una de esas preguntas que uno se arrepiente en el acto de haber hecho. Recuerdo que Fangio nos respondió que lo que más le gustaba era el falso viento de la velocidad en su cuerpo o, más bien, en su medio cuerpo: la cara, el pecho, los hombros, las manos. Me impactó mucho la frase. El falso viento de la velocidad. Una frase extraordinaria, una frase que volví a encontrar tres décadas después, perdida y sin gran énfasis, en un cuento bastante ignoto del francés Emmanuel Bove, a quien Fangio dudo que hubiese leído. Sin embargo, acaso porque eso lo dijo a orillas del viejo coche y no ante nuestro grabador, tal vez por eso no osamos incluir la frase en la entrevista publicada o no se nos ocurrió hacerlo, incapaces de poner algo que excediera la estricta grabación, como un juicio y su transcripción rigurosa; un juicio de inocentes, de cándidos que dejaron pasar el mejor de los vientos de esa tarde, el falso viento, o que acaso no lo dejaron pasar, me gusta inventar ahora, y al no volcarlo en el papel lo alentaron a continuar y se subieron a él, al falso viento, abriendo por fin las alas, como si estas fuesen verdaderas y el viento también. "



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