El sueño de las manos rojas (fragmento)Bram Stoker
El sueño de las manos rojas (fragmento)

"Le imploré que se comportara debidamente con la chica, porque lo que para él podía no ser más que un pasatiempo con el que ocupar un momento ocioso, a ella podía arruinarle la vida. Porque yo nunca había dudado del amor de ella, ni me había planteado que pudiera llegar a sufrir la peor de las desgracias; todo cuanto temía era el quebranto de su corazón. Pero cuando le pregunté cuándo planeaba casarse con ella, su risa me indignó en tal extremo que perdí los nervios y le aseguré que no me quedaría al margen, viendo cómo la vida de Mabel acababa arruinada. También él se encolerizó, y llevado por la cólera dijo de ella cosas tan crueles que juré que aquel hombre no viviría para herirla. Sabe Dios cómo sucedió, porque en momentos de rabia cuesta discernir los pasos mediante los que se pasa de las palabras a los golpes, pero de pronto me vi plantado sobre su cadáver, con las manos escarlatas, empapadas de su sangre, que manaba a borbotones de la garganta abierta. No había nadie más allí y él no era del lugar, no tenía ningún familiar que se interrogara por su ausencia; los asesinatos no siempre se descubren, o no de inmediato. Por lo que sé, sus huesos siguen blanqueándose en el remanso del río donde dejé el cuerpo. Su ausencia y los motivos de ésta no llevaron a nadie a sospechar, salvo a Mabel, y ella no osó decir nada. Pero fue todo en vano, porque cuando regresé al cabo de varios meses —me fue imposible quedarme allí— descubrí que la vergüenza la había alcanzado y que eso la había conducido a la muerte. Hasta entonces me había dado esperanzas pensar que mi atroz acción la había salvado, pero al enterarme que había actuado demasiado tarde, y que el pecado de aquel hombre había mancillado a mi pobre amada, huí, cargando con mi culpa inútil, más pesada de lo que creía que podía soportar. ¡Ah, señor! Usted, que no ha cometido un pecado semejante, no sabe lo que es vivir con algo así. Puede pensar que la costumbre lo hace más llevadero, pero no. El peso crece y crece a cada hora, hasta que se convierte en intolerable, y junto con él crece el convencimiento de que el cielo te ha sido vetado para siempre. No sabe usted lo que eso significa, y ruego a Dios que nunca llegue a saberlo. Las personas comunes, para las que todo es posible, no piensan en el cielo casi nunca, o nunca. Para ellas no es más que un nombre, nada más, y se contentan con esperar y dejar que todo siga su curso, pero no sabe usted lo que significa para los condenados a no entrar jamás en él, no puede calcular ni concebir el anhelo terrible e inacabable por ver abiertas las puertas y poder unirte a las blancas figuras que moran al otro lado. "


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