Fabián y el caos (fragmento)Pedro Juan Gutiérrez
Fabián y el caos (fragmento)

"Fabián leía este libro y encontraba claves que le atraían. Frazer sostenía la tesis de que todas las culturas del mundo evolucionan religiosamente desde actividades mágicas, como la ouija de sus padres, hasta derivar en religiones establecidas. De lo simple a lo complejo. De lo individual a lo multitudinario.
Imaginaba a sus padres como druidas primitivos, iniciadores de un culto a oráculos sagaces y efectivos. Si se lo proponían, ellos podían iniciar una religión en aquella casa sólo con aquel tablero de ouija. Lo colocaban en un altar, le hacían ofrendas: flores, velas, incienso, frutas, monedas. Y buscaban más gente que viniera a las sesiones hasta que la sala se convertía en un templo misterioso y mágico, y él tenía que cargar con su piano para colocarlo allá detrás, en la cocina. La música también acompañaría las sesiones mágicas. Él tocaría el Réquiem. ¡No! Ya la Iglesia católica lo tenía registrado. Missa defunctorum.
Misa de muertos. Él tendría que componer algo original para ambientar El Gran Templo de la Ouija. A pocas cuadras de su casa, sobre la puerta de una humilde casita, había un letrero de madera, pintado con letras negras y violetas y volutas doradas. Ponía: Salón de la Rose+Croix. Era una pequeña logia de los Rosacruces. Un misterio. Siempre cerrada. El letrero, descascarillado, se caía a pedazos como si llevara más de cien años expuesto al sol y a la lluvia. Cientos de veces tuvo la intención de tocar a la puerta, preguntar, pero sabía que no había nadie. Jamás vio entrar o salir gente por aquella puerta misteriosa. Imaginaba que dentro sólo había fantasmas, libros viejos, oscuridad, polvo y telarañas. Pero debía indagar. Debía decidirse algún día y tocar. O dejar una nota por debajo de la puerta. Hacer algo.
Sus divagaciones fueron interrumpidas por un par de golpes fuertes en la puerta. No era muy educado el que tocaba. Casi a las nueve de la noche. Abrió.
Era Papito. Segunda vez que venía a importunarle con el mismo cuento: quería que Fabián tocara el teclado en El Gran Combo de Papito. Fabián, despreciativo, estuvo a punto de decirle que no le interesaba en absoluto y que le dejara tranquilo. Pero, por cortesía elemental, lo invitó a pasar y que se sentara. Aunque lo que más deseaba era que terminara su perorata insistente y se fuera para él seguir con La rama dorada. "



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