La mujer de la gabardina roja (fragmento)Guillermo Samperio
La mujer de la gabardina roja (fragmento)

"Fue la primera ropa que encontró. De pasada, se llevó los cerillos. Ya con la idea de ir a la tabaquería. Aún sentía las ataduras en muñecas y tobillos. Cuando inició el paso, supo que terminaría yendo a La Nube. Allí se le dificultaría ponerse a llorar. Anduvo varias calles entre sombras múltiples. O brillos a punto de borrarse. Hasta que llegó a la callecita. Vio que entraban dos jóvenes en la peluquería. Avanzó hacia el café contra los últimos filos del viento. Empujó una de las hojas de la puerta. Entró y se acercó al perchero. Quería releer la frase. Y lo hizo, con dificultad. Como que los sonidos se le resistían. Pero al fin las palabras «la reprivatización de la vida interior» se le hicieron claras. El recinto estaba a punto de llenarse. La nube de humo se empezaba a formar. Descubrió una mesa al fondo, cerca de la barra. Fue atravesando el café. Vio a la otra Maira andar por el espejo. Su rostro de niña se había disipado. Un atadito de arrugas junto a los ojos. Era una señora de cuarenta años, baja de estatura, guapa, dirigiéndose hacia una mesa. El cuello de la gabardina levantado. El cinto se movía lentamente. Alguno fijó su atención en ella y luego volvió a su taza de café. A medio camino, insistieron las lágrimas. No podría creer. Era imposible.
Alcanzó a ver cómo la señora Maira se borroneaba en el espejo. Una bocanada de humo terminó por disiparla. Ahora, la fotografía era difusa, captando fantasmas citadinos. Como si Maira no tuviera derecho a existir. Eso le sugirió la Maira que desaparecía en el espejo. Pasó junto a las puertas de los baños. Y por fin pudo llegar a su mesa.
Pero si ella no tenía derecho a existir, tampoco las calles. Ni las oficinas. Ni la universidad. Ni los perros. Ni el gobierno. Ni los árboles. Ni las canciones.
Tampoco la gente que estaba en La Nube. Le dio rabia la sonrisa del hombre de corbata de moño y tirantes, tras la barra; subía una palanca de la cafetera. A Maira le parecieron ridículos los tubos cromados, las servilletas apiladas tras el hombre. El ambiente azuloso de la luz de neón. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com