Madre e hijo, mujer y hombre (fragmento)Adrienne Rich
Madre e hijo, mujer y hombre (fragmento)

"La mujer, una vez más, como sanadora, como apoyo, como la que aporta ternura y seguridad. Los papeles (o las normas) quedan claros: en las Elegías no se sugiere en ningún momento que un hombre pueda hacer eso mismo por una mujer o que la mujer posea su propia complejidad interna. Rilke contempló por lo menos una vez la posibilidad de un cambio de papeles. En Los cuadernos de Malte Laurids Brigge, se pregunta si, dado que las mujeres han realizado la tarea de «amar» durante siglos, no habrá llegado tal vez el momento de que los hombres la compartan. «Estamos corrompidos por el goce superficial, como todos los diletantes, y nos rodea el hedor del dominio. Pero ¿qué sucedería si despreciásemos nuestro éxito? ¿Qué, si comenzásemos a aprender desde el principio el trabajo del amor que siempre han hecho para nosotros? ¿Qué si volviéramos a empezar y fuésemos principiantes, ahora que tantas cosas están cambiando?».
Sin embargo, en ninguna de sus meditaciones reconoce Rilke, ni siquiera con la boca pequeña, el coste que ha tenido para las mujeres hacer este «trabajo del amor» —de cuidado maternal, en suma— para los hombres. Él mismo se apoyó en una serie de mujeres, almas gemelas y mecenas, en busca de estímulo y protección, y siempre fue esencialmente un hijo. En 1902 escribió a propósito de su reciente matrimonio con la escultora Clara Westhoff:
[...]
Pero, evidentemente, para Clara Westhoff, como madre de una niña, las cosas nunca podrían volver a ser «como antes». Finalmente, acabó dejando la niña al cuidado de su madre para poder continuar realizando su obra. Pero lo que significa tener una criatura, para una artista o para cualquier mujer —los infinitos detalles de los que hay que estar pendiente, lo que hay que prever, todas las cosas que se supone que las mujeres ya saben «por naturaleza» y que hay que aprender, el trabajo físico y emocional real de una jornada de cuidados maternos, las noches en vela que él recuerda desde el punto de vista de un niño, ignorante de los efectos de las interrupciones del sueño sobre la vida y el trabajo de una mujer—, todo eso Rilke, como un niño, lo da por sentado, como han hecho habitualmente los hombres. "



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