Melocotones helados (fragmento)Espido Freire
Melocotones helados (fragmento)

"Las Sumas Sacerdotisas, con sus aladas túnicas blancas, daban vueltas alrededor de los neófitos y cantaban tonadas entretejidas con alaridos agudos. Esa noche, ya como miembro de la Orden de pleno derecho, pudo elegir a un compañero para romper, por unas horas al menos, su voto de castidad.
Como para todos resultaba previsible, escogió a su Guía.
Las dos Elsas, según el sentimiento general, se habían llevado lo mejor de la familia: el cabello color arena y los ojos azules, grisáceos en el caso de Elsa grande. Sus padres tenían también los ojos azules, pero el cabello oscuro. La niña Elsa, recordaba César, cuando la veía de nuevo en la imaginación correr por las calles, era rubia, pero no ojigarza. Antonio, el único varón entre los nietos, debía todo a otra rama familiar: moreno, fornido, con unos dientes de animal salvaje y dos cabezas más alto que su hermana.
Quizá porque ellas eran menudas, con manitas de ramas y piernas finas y endebles, sentían debilidad por los hombres de elevada estatura. Los novios de Elsa pequeña apenas cabían por la puerta. Cuando pensaba que podían volverse contra ella, y estrellarla contra la pared de una bofetada, la conciencia de su pequeñez, de su fragilidad de cascara de huevo, le resultaba deliciosa. Elsa grande tenía menos donde elegir, pero tampoco le llegaba al hombro a Rodrigo.
Las madres movían la cabeza con aprobación. Al decir de todos, hacían muy buena pareja.
Entre ellas guardaban poco parecido; el aire de familia se había diluido. La mandíbula de Elsa pequeña era cuadrada, y denotaba obstinación. Llevaba el cabello largo, muy rubio en las puntas, y caminaba encogida, moviendo las piernas ahogadas en las faldas largas como un ave taciturna en busca de calor. Tenía los dientes un poco oscuros, con el matiz opaco que da el café y el tabaco. "



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