La leyenda del Monte Saint-Michel (fragmento)Guy de Maupassant
La leyenda del Monte Saint-Michel (fragmento)

"Satán, tan goloso como perezoso, aceptó enseguida. En el día convenido, se puso sus más hermosos ropajes y se encaminó hacia el Monte.
San Miguel lo hizo sentarse a una mesa magnífica. Primero se sirvió un volován de crestas y riñones de gallo, con albóndigas de carne; luego, dos hermosos salmonetes a la crema; luego, un pavo blanco relleno de castañas confitadas en vino; luego, una pierna de carnero cebado con pastos salados, tierno como un pastel; luego, legumbres que se deshacían en la boca y una buena torta caliente, que humeaba esparciendo olor a manteca.
Bebieron sidra pura, espumosa y azucarada, y vino tinto y espirituoso, y, entre plato y plato, hacían un hueco con añejo aguardiente de manzanas.
El diablo bebió y comió como un baúl, tanto y tan bien que no pudo refrenar un desahogo.
Entonces san Miguel, levantándose indignado, exclamó con voz de trueno:
«¡Ante mí! ¡Ante mí, canalla! Te atreves… ante mí…».
Satán, enloquecido, echó a correr, y el santo, cogiendo un bastón, lo persiguió.
Corrían por las salas bajas dando vueltas alrededor de los pilares, subían las escaleras aéreas, galopaban a lo largo de las cornisas, saltaban de gárgola en gárgola. El pobre demonio, enfermo hasta partir el alma, huía ensuciando la morada del santo. Por fin llegó a la última terraza, arriba del todo, desde donde se descubre la bahía inmensa con sus ciudades lejanas, sus arenales y sus pastos. No podía seguir corriendo por más tiempo; y el santo, dándole un furioso puntapié, lo lanzó como una pelota a través del espacio.
Cruzó el cielo como una jabalina, y fue a caer pesadamente delante de la ciudad de Mortain. Los cuernos de su frente y las uñas de sus miembros entraron profundamente en la roca, que conserva por toda la eternidad las huellas de esa caída de Satán.
Se levantó cojo, lisiado hasta el fin de los siglos; y, mirando a lo lejos el Monte fatal, erguido como un pico en el crepúsculo, comprendió que siempre sería derrotado en aquella lucha desigual, y se marchó arrastrando la pierna, dirigiéndose hacia países lejanos, abandonando a su enemigo sus campos, sus llanuras, sus laderas, sus valles y sus prados.
Y así fue como san Miguel, patrón de los normandos, venció al diablo. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com