La Atlántida (fragmento)Pierre Benoit
La Atlántida (fragmento)

"Señor mío, ¡usted me desconcierta con esas preguntas, cuando le creía al corriente de ciertas cosas! ¿Olvida el pasaje en que Plinio el Viejo habla de la biblioteca de Cartago y de los tesoros que encerraba? En 146, cuando dicha ciudad sucumbió a los embates del bellaco de Escipión, esa inverosímil comparsa de ignorantones llamada Senado romano mostró total desdén hacia tales riquezas, y se las regaló a los reyes nativos. Así, el maravilloso patrimonio fue a parar a manos de Mastanabal, que, a su muerte, se lo legó a sus hijos y nietos, Hiempsal, Juba I, Juba II, el marido de la admirable Cleopatra Selene, hija de la famosa Cleopatra y de Marco Antonio. Cleopatra Selene tuvo una hija que casó con un rey atlante. De manera que Antinea, hija de Neptuno, cuenta en el número de sus abuelos a la inmortal reina de Egipto. Y por ser ella su heredera legítima podéis ver aquí los vestigios de la biblioteca de Cartago, enriquecida con los despojos de la biblioteca de Alejandría.
La ciencia huye del hombre. Mientras éste creaba esas monstruosas Babeles seudocientíficas de Berlín, Londres y París, la ciencia se retrajo a este desierto rincón del Hoggar. Ya pueden efectuar allá las hipótesis que deseen, fundándose en la pérdida de las obras misteriosas de la antigüedad; tales obras no se han perdido. Están aquí. Aquí, los libros hebreos, caldeos y asirios. Aquí, las grandes tradiciones egipcias, en que se inspiraron Solón, Herodoto y Platón. Aquí, los mitógrafos griegos, los magos del Africa romana, los soñadores indios; en una palabra, todos los tesoros cuya ausencia convierte en ridículas las disertaciones contemporáneas. Créame que el modesto profesorcillo a quien tomaron por loco, y al que hicieron la cruz, está bien vengado. He vivido, vivo y viviré en medio de una carcajada perpetua ante su erudición falsa y mutilada. Y cuando haya muerto, el error continuará reinando como dueño absoluto sobre sus lamentables escritos, gracias a las celosas precauciones adoptadas por Neptuno para aislar del resto del mundo a su Clito bien amada.
[...]
Dos palabras, si no lo toma a mal, caballero. No le ocultaré que estas discusiones históricas me parecen totalmente intempestivas. Yo no tengo la culpa de que usted haya tenido sus desazones universitarias ni de que no se encuentre hoy en el Colegio de Francia o en otro sitio análogo. Pero, de momento, sólo una cosa me importa: saber lo que hacemos, qué hago yo aquí. Mucho más que la etimología griega o berberisca de su nombre, me importa saber lo que a punto fijo quiere de mí esa dama, Antinea. Mi compañero desea conocer sus relaciones con el antiguo Egipto; me parece muy bien. Pero yo, por mi parte, deseo ante todo saber las que mantiene con el gobierno general de Argelia y los servicios encargados de los árabes. "



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