El compadre (fragmento)Carlos Droguett
El compadre (fragmento)

"Mama, yo he visto siempre algo de falso en la historia de Cristo, como un traje mandado a hacer, como una película o un cuento que ya se sabe cómo van a terminar. Cuando él llegó al mundo ya sabía que tenía que morir crucificado, ¿y sufrió por qué? ¿Por qué fue perseguido y alzó los huascazos en el templo y después se puso a discutir versos con Pilatos y se perdió en el huerto a llorar junto a su padre y vinieron los pacos a tomarlo preso y fue muerto sólo para resucitar al tercer día? Todo eso estaba escrito, dicen los libros grandes, ¿cierto? Entonces, ¿para qué sufrir con tanto rodeo si después iba a ser resucitado y subir al cielo en una fiestita de carnaval? No me gusta esa historia, mama, es mucho sufrimiento muy bien hecho para ser verdadero. Yo me dejaría matar fácilmente y hasta un poco urgido y supersticioso si sé que, después de dos noches, van a venir usté, mama y el Pedrito y la Yola con el Rosendo a hacer unos pases de brujería y a resucitarme entre sahumerios y dejarme como nuevo. No, no me gusta ese cuento trágico del Cristo. Él era un buen artista, seguramente, trabajó muy bien su drama, pero hay algo de falso en ello. Es una historia para mujeres, mama. Por eso andaban como perras detrás de él, la Marta, la María, la Susana, Juana la mujer de Cuza. A mí me parece que hasta María Magdalena se engolosinó con él, mama, y esa mujer que había sufrido tanto en su matrimonio con un milico, miraba a Jesús como una enamorada, con verdadera hambre, y estoy seguro de que él también se enamoró de ella y lloraba mucho, sufría mucho, de verdad, porque este dolor no estaba programado en los trabajos de su padre. Llorarían juntos en las tardes violetas cuando él estaba cansado del trabajo, como yo cuando me bajo del andamio y busco la silla y la botella. Él hablaría con disgusto, con rabia, con burla, echando sus parábolas a la multitud, pero mirándola a ella que estaría peinando sus hermosos cabellos negros frente a la ventana, suspirando y pensando en él, esperándolo. No podían casarse ni amarse con amor de carne porque él estaba destinado a otro sufrimiento más general y menos verdadero, no moriría de amor ni de odio específico, no, tendría que sufrir por un vago nuevo oficio y por gente que aún no había nacido y que no le importaba, todo porque el escritor que había inventado ese drama era un poquito delirante, un poco iluso y chiflado y bastante puritano. De otro modo, Dios no se habría escandalizado con Adán y Eva cuando los sorprendió desnudos en el Paraíso, deseándose a morir. ¿Cómo no se iban a desear si tenían deseo? ¿Y quién se los derramó en la sangre sino el mismo viejo nervioso, mal alfarero y poco imaginativo? Dios es un envidioso, mama, arrojó a Adán y Eva del Paraíso porque habían, sin quererlo, descubierto un hermoso sufrimiento, un sufrimiento que estaba más allá de las posibilidades de Dios Padre. Un viejo ardiloso y lleno de mañas, que, porque él no podía amar a hembra alguna, tampoco quiso que su hijo lo hiciera y entonces inventó toda esa zarandaja del Nuevo Testamento, de la redención del mundo por un hombre a quien le prohibieron amar. "


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