Viví años de tormenta (fragmento) "Fueron unos días maravillosos. Hacía mucho frío pero nos paseábamos bien abrigados con chaquetones forrados de piel de cordero y, a la vuelta, nos esperaban en las chimeneas de cada cuarto los fuegos encendidos para secarnos la humedad que se nos había colado hasta los huesos. Confieso que la primera mañana me subí a la Pola haciéndome la chula, caracoleando, poniéndola de manos, arrancando con un galope corto hasta la primera línea de árboles y volviendo después de costado hasta las caballerizas que estaban a un lado de la casa grande. Sabía que José Luis me miraba y tenía un coqueto deseo de impresionarlo. Me lo agradeció la Pola a la que casi no podía contener de las ganas de dar brincos que tenía. A José Luis le pusieron uno de los Land Rover, de aquellos viejos e indestructibles Santana, y se dedicó a seguirnos a Miguel, a Borja y a mí por toda la finca. Íbamos al trote pero sobre todo a galope corto, que es lo cómodo con la silla campera. Nos parábamos con frecuencia en las dehesas, en los alcornocales, en los bosques de encina tapizados de bellota, y mirábamos a distancia los grandes rebaños de corderos, las piaras de cerdos moviéndose despacio, y, muy a lo lejos, algún venado apenas apercibido en la maleza. Entonces desmontaba, José Luis se asomaba por la ventanilla del jeep y yo le cubría la cara de besos. Luego lo hacía bajar del coche, tiraba de él para separarlo de hermanos y guardas y, cogidos de la mano, lo hacía subir a una loma para ver en el infinito los grandes espacios de mies, las labrantías en barbecho y, muy a la derecha encarados al mediodía, los viñedos aún resecos. Y al fondo de todo, casi sólo intuido, el brillo intenso del río iluminado por el sol del invierno. " epdlp.com |