La casa de mi padre (fragmento)Javier García Sánchez
La casa de mi padre (fragmento)

"Finalmente, la Mitología Hisediense fue rechazada sin mayores contemplaciones, se asegura, porque también hacía acopio de burdas chanzas, pero dicho texto, que parece ser se remonta incluso hasta épocas más antiguas, tilda a los hisedianos de pueblo con ritos paganos y bárbaros. No alude esa tradición al vuelacán o al destripe de la vaca en Horcajo de la Rabadilla, que pese a hacerse famoso ahí, parece que se inspiró aquí, de ese modo insidioso se sugiere. Serafín casi prefiere no pensar en cómo podían ser los hisedianos por los tiempos de la invasión romana. Se cuenta, por ejemplo, que en épocas remotas, cuando el sol se ponía tras las altas lomas del pico Najos, grupos de jóvenes del pueblo salían en su busca, provistos de sendos cuévanos, para traerlo con ellos a su regreso. Obviamente, jamás regresaban de esa insensata empresa. Cuando debían darse cuenta de que el Sol no iba a dejarse coger tan fácilmente, o bien ya era tarde para seguir viviendo porque se les habían comido los lobos y los osos que entonces poblaban esos bosques, o bien decidieron quedarse en alejadas tierras, a la verita de una rolliza hembra a la que soltar algún que otro bofetón de tanto en tanto. Sólo en dos ocasiones regresaron algunos de tales expedicionarios frustrados, pues para pena y mortificación de los hisedianos venían con los cuévanos vacíos, por supuesto sin el Sol e incluso sin cuévanos, que les habían robado por el camino. No obstante, y para dejar testimonio de la fidelidad de estas gentes a sus héroes, aun de los fracasados, se dice que eran recibidos con ese emblemático «sordo rumor provocado por el golpeteo de las albarcas y los bastones en el suelo», como las anútebas o llamadas a la guerra en la Antigüedad. Igual después los tiraban a la Poza Grande o a Saltamorito por haberles dejado en mal lugar, pero del recibimiento triunfal nadie les privó. Lo cierto es que nada más se especifica al respecto.
Para Serafín todo ello, es decir, la conjunción de las múltiples y ricas acepciones que engloban términos como hisedianos, hisedienses, hiseditas o hiseditanos, conforma un cuerpo proteico único y aglutinador que es lo que caracteriza al ser hisédico. No, no se ha vuelto loco, pues cree que acaso sea más acertado decir «el sentido hisédico de la existencia», que hisediano sin más, por ejemplo. "



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