Londres: una biografía (fragmento)Peter Ackroyd
Londres: una biografía (fragmento)

"Los artistas de las aceras han vivido una carrera menos gloriosa en la ciudad. Empezaron su trabajo sólo cuando las calles se pavimentaron con losas en vez de adoquines, y en este sentido la suya es una profesión nueva en Londres. Hubo un tiempo en que los mendigos esculpían sus mensajes de súplica sobre las piedras —«Puede ayudarme» era una de las frases predilectas—, aunque los pintores de aceras suministraron una variante en 1850 con las palabras escritas en tiza «Toda mi obra» o «Cualquier pequeña ayuda. Gracias». Estos artistas de la calle tenían su propia parcela. Las esquinas de plazas de moda se consideraban el territorio ideal, pero Cockspur Street y la explanada frente al restaurante Gatti en la Strand eran ubicaciones propicias. También había una alineación de estos artistas a lo largo del paseo Embankment, con veintitrés metros de separación entre cada obra. Muchos de estos pintores eran pintores desmoralizados cuyas obras ortodoxas no habían dado sus frutos (la carrera de Simeon Solomon como pintor prerrafaelista había sido muy aclamada, por ejemplo, pero acabó siendo un artista callejero en Bayswater). Otros eran personas sin hogar o sin empleo que se dieron cuenta de que tenían talento para el oficio; con sólo unas tizas de colores y un borrador, se hacía aparecer un paisaje o un retrato sobre la piedra. Algunos se especializaron en retratos de políticos contemporáneos, o en escenas domésticas de valor sentimental; un artista pintaba escenas religiosas en Finchley Road, mientras que en Whitechapel Road otro pintor se dedicó a reproducir incendios y casas en llamas. En cada caso, no obstante, lograban satisfacer el gusto londinense pintando con los tonos más toscos y chillones, aunque por una curiosa asociación, guardan relación con el cielo nocturno sobre la ciudad. En Highways and Byways of London, la señora E. T. Cook dijo que el cielo detrás de las viviendas de los artistas en Drury Lane o Hatton Garden solía estar cubierto de «intensos tonos naranjas, púrpuras o carmín», como si quisiera imitar los colores de esas casas. George Orwell, en Sin blanca en París y Londres, recuerda la conversación de un pintor callejero, Bozo, cuya parcela estaba situada cerca del Puente de Waterloo.
Paseaba con Orwell hacia su casa de Lambeth, pero todo el rato iba mirando al cielo. «Vaya, fíjate en Aldebarán. Observa el color. Como si fuera una enorme naranja de sangre […]. De vez en cuando salgo por las noches y observo los meteoritos». Bozo se carteaba incluso con el astrónomo de la corte sobre el tema del cielo londinense, de modo que por un momento la ciudad y el cosmos quedaron íntimamente relacionados con la vida de un artista callejero.
Pero ningún relato del arte de Londres haría justicia sin incluir la historia de sus grafiti. Uno de los primeros fue una maldición de un londinense hacia otros dos, escritos de puño y letra romanas: Publius y Titus fueron «solemnemente malditos». Es equiparable a la pintada de finales del siglo XX que registró un novelista contemporáneo londinense, Iain Sinclair, «TIKD. QUE TE JODAN. DHKP», y sugiere una característica de la literatura callejera de Londres. «Porque la piedra gritará desde los muros», según Habakkuk 2:11, y en Londres los gritos suelen ser de ira y hostilidad. Muchos son totalmente de carácter personal, sin ningún significado salvo para quien los pinta o los esculpe en una pared, y constituyen lo más enigmático de la ciudad; un instante de ira o de pérdida ha quedado inscrito sobre su superficie, para convertirse en parte del caos circundante de señales y símbolos. Al salir de la estación de Paddington, puede leerse «Fume» en todas partes junto a «Cos», «Boz» y «Chop». «Rava» se lee en los puentes de la ribera sur. «El gran redentor, el liberador del pueblo» adornó la estación Kentish Town en la década de 1980. «Thomas Jordan limpió su ventana, y maldito trabajo, digo yo. 1815» fue una frase escrita en un viejo ventanal; en una pared de Londres, Thomas Berry garabateó «Oh, Señor, atraviésalos con tu espada». Un representante del arte del grafito le comentó a Iain Sinclair, «si vas a estar por la ciudad mucho tiempo, mejor será que dejes claro cuál es tu nombre», razón por la cual la gente, a lo largo de los años, ha escrito sus nombres o iniciales en cualquier superficie maleable con la enmienda ocasional del «estuvo aquí». Es una forma de reafirmar su propia individualidad, tal vez, pero se convierte de inmediato en parte de la textura anónima londinense; en este sentido, los grafiti son una viva muestra de la experiencia humana en la ciudad. "



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