El jade del mandarín (fragmento)Raymond Chandler
El jade del mandarín (fragmento)

"El jade Fei Tsui es el único que tiene verdadero valor. En las demás variedades, lo valioso es, sobre todo, el trabajo de artesanía, pero el Fei Tsui es valioso por sí mismo. Ya no quedan yacimientos conocidos sin explotar y es muy escaso, ya que todos los yacimientos se agotaron hace siglos. Una amiga mía tenía un collar de ese jade. Cincuenta y una cuentas talladas, exactamente iguales, de unos seis quilates cada una. Se lo robaron en un atraco hace algún tiempo. Fue lo único que se llevaron y nos advirtieron (yo estaba en aquel momento con la dama en cuestión, y esa es la razón de que me arriesgue a efectuar el pago) que no se lo contásemos a la policía ni a ninguna compañía de seguros, y que esperásemos a que ellos llamaran por teléfono. La llamada tuvo lugar a los dos días, y el rescate quedó fijado en diez mil dólares. La cita es esta noche a las once. Aún no me han dicho el sitio, pero tiene que ser cerca de aquí, en alguna parte de los Palisades.
Miré mi copa vacía y la agité. Me sirvió un poco más de brandy. Lo mandé a reunirse con la primera dosis y encendí otro cigarrillo: esta vez era uno de los suyos, un estupendo Virginia Straight Cut con sus iniciales en el papel.
[...]
El lugar de la cita era una hondonada a la entrada del cañón de la Purísima, a unos quince minutos de la casa. Paul dijo que conocía bastante bien el sitio y que no tendría ningún problema para indicarme el camino.
Subimos, bajamos e hicimos ochos por la ladera de la montaña hasta que me dieron mareos, y de pronto nos encontramos en la autopista estatal y las luces de los coches que pasaban formaban una franja continua de luz blanca hasta donde alcanzaba la vista en ambas direcciones. También circulaban grandes camiones con remolque.
Después de pasar por una gasolinera de la Sunset Avenue, giramos tierra adentro. Allí, por fin, encontramos soledad. Durante algún tiempo percibimos un débil olor a algas marinas y el aroma mucho más fuerte de la salvia silvestre, que bajaba de las oscuras laderas. En la lejanía, alguna que otra ventana amarillenta nos miraba desde lo alto de una fantasía inmobiliaria. De vez en cuando, nos cruzábamos con un coche cuyas luces borraban durante unos instantes las colinas. En el cielo brillaba una media luna, perseguida por jirones de niebla fría. "



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