Cartas a Ophélia (fragmento)Fernando Pessoa
Cartas a Ophélia (fragmento)

"Agradezco su carta. Me trajo pena y alivio al mismo tiempo. Pena, porque estas cosas siempre causan pena; alivio, porque, en verdad, la única solución es ésa: no dilatar más una situación que ya no encuentra la justificación del amor, ni de una parte ni de otra. De la mía, al menos, queda una estima profunda, una amistad inalterable. No me negará Ophelinha otro tanto, ¿verdad?
Ni Ophelinha ni yo tenemos culpa de esto. Sólo el Destino tendrá la culpa, si el Destino fuese una persona a quien se le pueda atribuir la culpa.
El tiempo, que envejece las caras y el cabello, también envejece, pero aún más deprisa, las pasiones. La mayoría de la gente, porque es estúpida, consigue no darse cuenta de ello, y piensa que ama todavía porque ha contraído el hábito de sentirse amado. De no ser así, no habría gente feliz en el mundo. Las criaturas superiores, sin embargo, están privadas de la posibilidad de esa ilusión, porque no pueden creer que el amor dure; cuando lo sienten acabado, no se engañan interpretando como amor la estima o la gratitud que él ha dejado.
Estas cosas hacen sufrir, pero el sufrimiento pasa. Si la vida, que es todo, pasa, ¿por qué no han de pasar el amor y el dolor, y todas las demás cosas, que no son más que partes de la vida?
En su carta es injusta conmigo, pero la comprendo y la disculpo; la escribió con sincera irritación, acaso con amargura, pero la mayoría de la gente —hombres y mujeres— escribiría, en esa situación, en un tono aún más acerbo y con términos aún más injustos. Pero Ophelinha tiene buen carácter e incluso su irritación prescinde de la maldad. Cuando se case, si no tiene la felicidad que se merece, seguro que la culpa no será suya.
En cuanto a mí...
El amor ha pasado. Pero conservo un afecto inalterable, y no olvidaré nunca —nunca, créame— ni su figura graciosa, ni sus modos de jovencita, ni su ternura, ni su afecto, ni su índole adorable. Puede ser que me engañe, y que estas cualidades que le atribuyo sean una ilusión mía, pero no lo creo, de ser así sería una indelicadeza atribuírselas.
No sé lo que quiere que le devuelva, cartas u otras cosas. Yo preferiría no devolverle nada, y conservar sus cartitas como memoria viva de un pasado muerto, como todos los pasados; como algo conmovedor en una vida, como la mía, en la que el progreso de los años corre parejo al progreso de la desdicha y la desilusión.
Pido que no haga como la gente vulgar, que es siempre grosera, que no me vuelva la cara cuando pase a su lado, ni me guarde rencor. Quedemos, el uno ante el otro como dos conocidos de la infancia, que se amaron un poco siendo niños y, aunque en la vida adulta sigan a otros afectos por otros caminos, siempre guardan un rincón del alma la memoria profunda de su amor antiguo e inútil. "



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