El prisionero de Las Lomas (fragmento)Carlos Fuentes
El prisionero de Las Lomas (fragmento)

"Me senté en la sala del ventanal de emplomados. Marco Aurelio me desamarró solícito los zapatos y, solícito, me ofreció mis babuchas más cómodas. ¿Fumaba pipa? ¿Quería un coñaquito? No me iba a faltar nada. El chofer iría a traerme cuanta cassette quisiera: películas nuevas o viejas, deportes, sexo, música… Que yo no me preocupara, me mandaba decir la familia. Sabe usted, don Nico, en este país (iba diciendo hincado ante mí, quitándome los zapatos, el nacorrendo éste) sobrevivimos las peores calamidades porque nos apoyamos los unos a los otros, viera usted, yo estuve de ilegal en Los Ángeles y allá las familias americanas se desperdigan, viven lejos, padres sin hijos, los viejos abandonados, los chamacos ya no ven la hora de independizarse, aquí todo lo contrario, don Nico, ¿a que a usted ya se le olvidó eso?, tan solitario usted, válgame Dios, pero nosotros no, que si te quedaste sin empleo, la familia te da de comer, te da techo, que si te anda buscando la chota, o te quieren avanzar los sardos, la familia te esconde, te manda de Las Lomas de regreso a Morelos y de allí a Los Ángeles y nuevamente en circulación: la familia sabe caminar de noche, la familia es invisible casi siempre, pero ah chirrión don Nico, de que se hace presente, ¡vaya que sí se hace presente! Usted dirá. ¿Que va a hablarle a la poli si no nos vamos? Pues yo le aseguro que la poli no nos va a encontrar cuando llegue, aunque sí lo va a encontrar a usted, bien tieso, flotando en la alberca, igual que la Eduardita que Dios tengo en su… Pero oiga, don Nico, no se me ponga color de duende, si nuestro mensaje es rete simple: usted haga su vida de siempre, telefonee cuanto guste, haga sus negocios, dé sus fiestas, reciba a sus cuates y a sus changuitas, que nosotros lo protegemos, faltaba más, nomás que de aquí usted no sale mientras Dimas nuestro hermano esté en la Peni: el día que Dimas salga de la cárcel, usted sale de su casa, don Nico, ni un minuto antes, ni un minuto después a menos que nos juegue usted chueco, y entonces usted sale primero de aquí, pero con las patas palante, por ésta se lo juro.
Se besó la cruz del pulgar y el índice con ruido y yo me acurruqué contra la almohada de la Eduardita —¡mi Lala!—. Así empezó mi nueva vida y lo primero que se les está ocurriendo a ustedes que me escuchan es lo mismo que se me ocurrió a mí encerrado en mi propia casa de Las Lomas: bueno, en realidad no ha cambiado mi régimen de vida; cuando mucho, ahora estoy más protegido que nunca. Me dejan dar mis fiestas, manejar mis negocios por teléfono, recibir a las chamacas que me consuelan de la muerte de Lala (mis bonos han subido como la espuma: soy un amante trágico, ¡vóytelas!) y a los tecolotes que se presentaron a preguntar por qué toda esa gente rodeando mi casa, apeñuscada en el jardín, friendo quesadillas junto a los rosales, meando en el garaje, ellos les dijeron: Es que el señor es muy caritativo y diariamente nos entrega las sobras de sus fiestas. ¡Diariamente! Se lo confirmé personalmente a los policías, pero ellos me miraron con una burla acongojada (los mordelones mexicanos son actores expertos en mirarlo a uno con una angustia sarcástica) y yo entendí: Está bien. "



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