Figuras V (fragmento)Gérard Genette
Figuras V (fragmento)

"Sin embargo, la palabra placer me parece, en este campo, un poco vaga, o tal vez equívoca: habría que distinguir todavía más escrupulosamente, por una parte, el placer de euforia, que es (como lo indica el carácter manifiestamente pleonástico de esta expresión) el placer
por excelencia, o propiamente dicho, que experimento en algo que me agrada, o mejor, corrige Kant, que me “provoca placer” (me parece que el placer de lo cómico, que la risa expresa, entra en esta categoría); y, por otra parte, el “placer” de apreciación positiva, que consiste en constatar (en juzgar) que esta cierta cosa me agrada, por lo general bajo la forma (por la vía) objetivante de un juicio de valor del tipo: “Esta cierta cosa merece agradar”. Sin duda es bajo la influencia del análisis kantiano que hemos adoptado el hábito de calificar de “placer” este juicio apreciativo, pero esta calificación me parece confundir un poco demasiado estos dos aspectos de la relación estética que son la satisfacción experimentada y la evaluación que resulta de ella: esta última ya no es, para hablar apropiadamente, un placer, sino más bien algo como un testimonio de reconocimiento o un acuse de (buen) recibo —constituyendo la apreciación negativa, a la inversa, un rechazo categórico; empleo a propósito estos términos casi jurídicos, porque se trata, siempre, de un acto de juicio. En suma, la apreciación labra acta de un placer que ella no constituye en absoluto, y del que más valdría no aplicarle el término.
Pero no es posible atenerse a esta distinción necesaria. El placer experimentado no resulta solamente como gratitud, ni siquiera como homenaje a su causa, acarrea por lo común un deseo: el de una prolongación o de una reiteración indefinida (hasta la eventual saciedad) de esta relación causal. Como lo he dicho más arriba, experimentar este tipo de placer respecto de un objeto cualquiera se llama —sin duda más legítimamente que el hecho de satisfacer este deseo— amar ese objeto. Insisto pesadamente: se puede desear un objeto sin amarlo, cuando se lo desea como puro medio en una relación práctica, como cuando se desea una visa, o un cheque a fin de mes; pero no se puede amar un objeto sin desearlo —al menos, ya que estamos en el orden relativamente depurado de la relación estética, en el sentido que acabo de mencionar, de desear la renovación de esa relación: si me gusta [si j’aime] un cuadro o un edificio, no puedo hacer otra cosa que desear mantener con él una relación tan frecuente, o bien tan constante como sea posible; y si, en general, refreno el deseo de posesión que resultaría de ello hasta el punto de ni siquiera pensarlo, no es sino en nombre de una evidente imposibilidad material, jurídica o financiera. Los objetos de inmanencia ideal, como las obras literarias o musicales, no pueden dar lugar, como es evidente, a ninguna posesión
directa, pero, por el contrario, la posesión indirecta que constituye la adquisición de un libro, de una partitura o de una grabación, o el acto de aprenderlos de memoria, resulta muy comúnmente del gusto [goût] que se experimenta por este tipo de obras, y del deseo de satisfacer ese gusto. "



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