Octubre en Pekín (fragmento)Santiago Gamboa
Octubre en Pekín (fragmento)

"Tras parlamentar en la recepción con varios dependientes, una señorita me acompaña al ascensor señalándome el tercer piso, sección Fitness Club, subsección Health Center, y tras pagar la módica suma de ochenta yuanes (diez dólares), entro a un bellísimo vestier en madera, amplio, inundado de fragancias florales. Qué paz. El lugar es perfecto, con una comodísima sauna, una cámara de vapor de baldosines blancos, una piscina de inmersión con chorros de agua al estilo jacuzzi, una sala de reposo en penumbra con sillones reclinados, estantes de madera con pilares de toallas enormes y mullidas para servirse a voluntad, y al fondo, una piscina semiolímpica bajo una marquesina, sillas para recostarse y palmeras. Un verdadero paraíso.
Esa noche, tras el descanso, camino hacia el sur de la plaza de Tiananmen, a la zona de Qianmen Dong. Según los mapas antiguos de Pekín, por ahí pasaba la muralla que separaba la antigua Ciudad Tártara de la Ciudad China, llamada por ellos Tsien-men-wai. Esa zona ejerce una poderosa fascinación, pues es allí, precisamente, en donde transcurren las escenas más deliciosas y libertinas de la novela René Leys, del viajero francés Victor Segalen, uno de los europeos que mejor conocieron el Pekín de finales del Imperio.
En su libro, Victor Segalen plantea la posibilidad de que la emperatriz regente, Tsú-hsi, haya sido amante de un joven de nacionalidad belga, hijo de un verdulero de Bruselas, y que además haya tenido un hijo de él.
Nacido en Brest en 1878, hijo de profesores de la enseñanza oficial, Victor Segalen soñó desde muy joven con barcos y mundos lejanos. De ahí su deseo de estudiar medicina en la Escuela Naval, lo que logró, tras varios intentos, en 1898, en la facultad de la Universidad de Burdeos. Fue allí, estudiando la ciencia médica, donde comenzó a interesarse por la literatura. De hecho, su tesis de graduación se tituló La observación médica en los escritores naturalistas, un texto que luego fue publicado con el nombre de Los clínicos y las letras. Terminada su formación, Segalen se entregó de lleno al sueño de Oriente dirigiéndose a Tahití en un barco llamado La Touraine, que partió del puerto de Le Havre. A bordo, tras una escala en Nueva York, el joven Victor escribió su primer poema: «La Tablature». Pero una de las siguientes escalas norteamericanas le tenía reservada una desagradable sorpresa, una fiebre tifoidea que lo obligó a permanecer en San Francisco por varias semanas. Llegó a estar tan grave que pidió los santos óleos. Pero se repuso y, convaleciente, conoció, deslumbrado, el barrio chino de esa ciudad.
En 1903, ya curado, llegó por fin a Tahití, formando parte de un equipo médico que debía tratar a las víctimas de un ciclón, y allí pudo asistir a un acontecimiento histórico: la muerte del pintor francés Paul Gauguin, instalado allí desde hacía varios años. Segalen se interesó tanto por la vida de su compatriota, que recogió numerosos testimonios, compró siete óleos en una subasta —entre ellos Pueblo bretón bajo la nieve—, varias esculturas, diarios de trabajo y hasta la paleta de colores de Gauguin.
Al año siguiente publicó en el Mercure de France su artículo «Gauguin en su último escenario». Pero el camino de Segalen era otro, así que continuó su viaje. Estuvo en Ceilán, luego regresó a África tras las huellas de Rimbaud y llegó hasta Djibuti. En 1908, de regreso a Francia, comenzó a estudiar la lengua china, y, en 1909, tras aprobar un examen de intérprete de la Marina, consiguió un cargo en Pekín.
Y aquí llegó, el 12 de junio, cumpliendo con un sueño varias veces postergado. Según contó él mismo, lo primero que hizo al llegar fue viajar a Tientsín, en la costa, para visitar el consulado de Francia y saludar al cónsul, nada menos que Paul Claudel. "



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