Chuquiago (fragmento)Miguel Sánchez-Ostiz
Chuquiago (fragmento)

"Termino con las negruras, por el momento. Me tomo un respiro y aprovecho la pausa para reflexionar acerca del interés que ahora mismo despierta Bolivia en periodistas, documentalistas, fotógrafos, fans del deporte de aventura, cocainómanos irredentos o peregrinos de la utopía política que acuden al santuario de la revolución hecha carne, a ver si de ese modo se les pega algo y consiguen lo que en su tierra no pueden lograr ni por las urnas, porque pierden, ni tomando la calle porque ya no se atreven. Vayas por donde vayas, te cruzas con alguno de ellos y si miras bien en el espejo que encuentres al paso también puedes toparte con alguno de ellos o con una mezcla borrosa e indecisa: hipócrita lector, mi semejante, mi hermano... ¿Si no hubiese estado empeñado en escribir aquella novela que iba a titularse Muerte en La Paz11, me habría metido en esos lugares? Lo dudo.
Bolivia no es para mí —eso al menos me digo— un cazadero de imágenes y reportajes humanitarios que a la postre resultan falsos porque no tienen como objeto la concienciación de nadie ni de nada, sino dar el pelotazo con el trofeo conseguido. Lo del tender puentes con el Otro, el dichoso Otro y la tragedia del ser humano, así en general, es un cuento chino. El Otro, si lo queremos ver, está desde hace ya mucho tiempo en la puerta de nuestra casa, con su desdicha o desamparo a cuestas, no necesitamos movernos para encontrarlo. Solo que ahí, tan cerca, resulta molesto. Lejos, no. Lejos es una atracción y nos sirve para conjurar la xenofobia, el racismo, el clasismo y todas las fobias que queramos... nos permite ejercer de solidarios, de generosos, de humanitarios, pero a ser posible con prensa y público.
Eso sí, me pregunto si no hago yo mismo lo que denuncio. Creo que mi visión no es la del cooperante benévolo ni la del militante de causa alguna, ni la mirada sectaria del converso, sino la del cazador de momentos vividos para contarlos, sí, cierto, pero primero para vivirlos huyendo de otra vida, en una quest que, según veo, no tiene objeto definido ni otro fin que el más brusco de todos. ¿Espejismo boliviano el mío? Es posible, pero vivido como si fuera definitivo, al menos mientras dura.
Me dirán que la mía es una visión eurocentrista o de curioso impertinente que no ve las cosas en lo que son, sino a través de las anteojeras de sus prejuicios. Me da igual. No hay una forma correcta u ortodoxa de ver las cosas. A cada cual la suya. Lo otro es una pretensión de dictar normas y aherrojar las conciencias que me repugna. Veo lo que me da la gana y procuro no interpretarlo, no sacar conclusiones atropelladas porque de la vida de aquellos a cuyos jirones o sombras asisto sé muy poco, nada. Sobre todo procuro no juzgar, no decirle a nadie cómo tiene que vivir y cómo no. Esa voz familiar que oyes al paso en una calle o en un café: «Aquí lo que habría que hacer es...». No, yo no sé lo que habría que hacer en Bolivia ni en parte alguna. Cada vez que lo he oído me he ido en dirección contraria.
¿Viajar? ¿Para qué? Si no consigues desembarazarte de tus prejuicios, mejor quédate en el bar de tu pueblo o de tu barrio, con los de tu tribu, en lugar de ir a parte alguna a colgarte las medallas de una fraternidad más falsa que un Amadeo. "



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