La grieta (fragmento)Doris Lessing
La grieta (fragmento)

"Este lugar, antiguamente honrado por su vínculo con la muerte y presumiblemente con una deidad de algún tipo, hizo que Maira reflexionara sobre lo que sabía de él. No demasiado. La elevada colina o cima, tal vez volcánica en su origen, albergaba, del lado del mar, la Grieta, por donde las flores rojas se deslizaban cuando llegaba la estación. Ahora creemos que la Grieta era la deidad, que emulaba el rojo del flujo de las grietas, asociado a la luna. Cuando volvemos la vista atrás, al origen de nuestros dioses, no siempre resulta fácil definir con precisión qué era divino. ¡Nadie pretende escalar las laderas del monte Olimpo! ¡Ni ver a Venus abrirse paso entre las olas!
Pero aquella Grieta exhalaba un aire de espanto, de temor, a pesar de que no era difícil coronar su cima. Por el lado del mar se hallaban la Grieta y la cueva entre cuyas hendiduras y resquicios podían apreciarse los esqueletos, las calaveras, el polvo blanco de los huesos. Pero por el otro lado se abría un pequeño camino, a cuyo final había un borde, y no muy por debajo de éste había una plataforma sobre la que muchas muchachas habían permanecido temblando antes de ser arrojadas al osario. Algo más que un olor putrefacto emergía desde las profundidades: había vapores que al principio confundían y después anestesiaban a las muchachas, inconscientes en el momento de ser empujadas. La razón por la que nosotros, los varones, creíamos que esta práctica había cesado era precisamente porque Maira y Astrea y sus aliadas no pensaron en este lugar cuando intentaron desentrañar los planes de las féminas ancianas. Es probable que hiciera tanto tiempo que los sacrificios habían tenido lugar que todo el mundo los hubiera olvidado.
Cuando llegó la luz pudieron ver un largo camino desde las llanuras del mar hasta la montaña que conducía al valle de los muchachos. Ni un movimiento. Lejos, en su costa, manchas y puntos diminutos mostraban que no todas las muchachas habían partido a la recolección de almejas. Una pareja de águilas volaba alrededor de la montaña. Y entonces, pero no sucedió hasta el mediodía, un grupo de las muchachas enemigas llegó desde sus rocas, sin prisa, tomándose el tiempo que necesitaban, y se detuvieron en la Roca de la Muerte, como si no estuvieran dispuestas a seguir adelante. ¿Cuántas eran? El término empleado es «varias». Abandonaron la Roca despacio y se dirigieron a la base de la montaña. Comenzaron a escalar. Ninguna de aquellas muchachas había estado antes en el valle, aunque algunas acompañaron a la fémina anciana que había querido ver las cosas por sí misma. Estuvieron demasiado ocupadas sosteniendo a la fémina anciana, calmándola, para fijarse en el camino. Su ascenso fue muy lento, posiblemente porque las águilas les chillaban. Cuando llegaron a la cumbre se quedaron allí, mirando hacia el valle y su temible río. ¿Por qué se detuvieron? Desde el valle llegaban alaridos y gritos, y en un momento los muchachos emprendieron el camino hacia allí arriba. Las muchachas agitaban sus pechos y meneaban seductoramente las caderas, a las que tal vez daban uso por primera vez. Quedó claro, finalmente, que las féminas ancianas, o al menos una de ellas, habían entendido lo que Maira les había explicado. Habían dicho a las muchachas que sedujeran a los chorros, que los conquistaran. Pero ¿con qué fin? "



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