La sala Marte (fragmento)Rachel Kushner
La sala Marte (fragmento)

"Sammy tenía razón en lo de que tener empleo me ayudaría a no derrumbarme. Así fue. Me mantenía la cabeza en otras cosas. Lo que hacía era concentrarme, como todas las demás, en todo aquello de lo que pudiera sacar provecho.
Conan hacía consoladores en la carpintería. Se puso con ello en cuanto nuestro supervisor del taller empezó su maratón de lecturas. Cada día traía una novela al trabajo, se sentaba al escritorio y leía compulsivamente. En la cubierta aparecían imágenes horripilantes con títulos en relieve, como en Dos veces asesinada. Eran siempre libros de bolsillo estropeados por la humedad de esos que encuentras de saldo en cajas. El supervisor leía siete horas seguidas, día tras día, mientras Conan usaba lijas y biseladoras para alisar sus creaciones.
Competía con Lágrimas a ver quién hacía el mejor consolador. Ambos tenían también contactos en la cocina central para la venta ilícita de pepinos. Las cocinas de la unidad recibían los pepinos precortados, para prevenir un uso inapropiado e ilegal de las provisiones, por ejemplo como consoladores. Las presas que trabajaban en la cocina central vendían pepinos enteros de estrangis.
La Nórdica hacía esvásticas y pentagramas de madera. Mi innovación fue con el embutido del almuerzo. En los descansos para comer empecé a tostarme la rodaja de mortadela con el hierro que usábamos para marcar nuestros productos.
Decía CALPIA, de Autoridad de la Industria de Prisiones de California, y yo era la responsable de la herramienta. Le ponía la marca a mi embutido por los dos lados, y luego también al pan. El hierro tostaba pan y carne a la perfección.
Tostaba los bocadillos de otras a cambio de sobrecitos de café instantáneo.
Aprendí a esconderme el café en previsión de algún registro después del trabajo.
Así iban a ser las cosas. Un continuo conspirar por cada minucia.
Los sábados nos dejaban ir a la biblioteca. Lo único que nos permitían sacar eran biblias. La del rey Jacobo o la Versión Internacional, ese era el abanico de opciones de lectura. Sammy y yo íbamos cada semana a investigar a quién podía enviarle cartas acerca de Jackson. Una tarde, al salir, volví a toparme con Hauser. Pronto empezaría su curso. "



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