Piel de plata (fragmento)Javier Calvo
Piel de plata (fragmento)

"Y entonces, lectores, pasó algo para lo que yo no estaba preparado. Algo que no sólo dio al traste con la conversación, sino con el resto de aquel año. Y en cierta manera, con la Era de Bronwyn. El principio del fin. No estaría ahora donde estoy si no fuera por lo que pasó a continuación.
Y lo que pasó a continuación es que oí los primeros compases de la canción más increíble que había oído en mi vida.
Llegado este momento, quizás debo explicar que yo nunca había sido un gran fan de la música. Supongo que en parte tenía que ver con el hecho de no haber tenido nunca amigos ni vida social. O simplemente con que casi toda mi atención estaba puesta en Cooper Crowe. Sí, conocía las canciones de Hawkwind. Pero en su mayor parte las escuchaba por las letras de Crowe. Me gustaba cómo los álbumes más conceptuales de Hawkwind intentaban ser literalmente un libro de Crowe. Historias contadas con música.
La canción que oí ahora, sin embargo, era completamente distinta. No era una historia, aunque la letra me hipnotizó tanto como la melodía simple y rotunda.
La canción que estaba sonando de pronto era un lugar. Un paisaje. Al cabo de unos segundos de escucharla, ya me pareció entender cómo veía el mundo la gente de aquel bar. Porque también era una forma de ver el mundo. Una perspectiva aérea. La canción hablaba de símbolos rotos y de viajar por un mundo de ruinas, intentando resucitar el pasado, igual que Dorian Hawkwind, igual que Cirlot. Era todas las cosas que Crowe te decía con sus historias, pero alguien había conseguido encajarlas todas en una canción.
[…]
Sentí que me caía por el agujero de Alicia. O quizás por un agujero de gusano. No era por las cervezas que me había bebido. Vale: las cervezas estaban cayendo conmigo; eran parte de mí, pero no eran lo que había abierto el agujero.
Me dejé caer plácidamente, sin miedo. Debía de estar cayendo por un pozo muy profundo, o bien debía de estar cayendo muy despacio, porque me dio tiempo mientras caía para mirar a mi alrededor. Las paredes del pozo estaban cubiertas de máscaras extrañas y de iglesias en llamas y de ventiscas. Yo intuía que iba a aterrizar en un sitio problemático. Pero estaba preparado.
Abrí los ojos.
Busqué con la mirada a la persona que estaba poniendo aquella música.
Escruté los sofás del fondo del local, donde mi hermana estaba besando en la boca al baboso de Oliver. Por suerte la trascendencia del momento me impidió vomitar. Por fin divisé la cabina situada más allá de la barra. La persona que estaba poniendo discos allí era inconfundible.
La luz roja que caía sobre él exacerbaba sus rasgos crueles de Klaus Kinski.
Su cresta mohicana muy corta, como una simple intuición de cresta mohicana.
Los ojos inflamados por la malicia. No exagero. Había malicia evidente en la expresión con que pinchaba el disco de Death in June.
Era Ivo Cárceles.
Y Bronwyn estaba allí, con él. "



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