Bonavia (fragmento)Dragan Velikic
Bonavia (fragmento)

"Se encontraron aquella sofocante tarde de septiembre en la plaza Vörösmarty, en el café Gerbeaud. Marija había acompañado a una amiga que viajaba a Estados Unidos, regresó al hotel y se dejó caer en el sillón. Toda su vida se había detenido formando un grumo de angustia que se expandía desde el estómago. Quería llorar, pero no podía. Una habitación asfixiante, barata, en las inmediaciones de la estación Keleti, a la que tres días antes había llegado en tren. En su lugar, él habría memorizado no solo el nombre y la dirección del hotel, sino que se acordaría también de la cara del recepcionista, de a qué hora servían el desayuno, del banquito en el ascensor, del color de las toallas, de los escaparates de las tiendas cercanas, del cartel con el horario en la parada del tranvía. Y también sabría inequívocamente cuándo salía el último. Se lo comunicaría con una sonrisa triunfal, una sonrisa que decía que a él nada puede sorprenderlo, que medita cada uno de sus pasos, protegiéndose de las incertidumbres que acechan a los desprevenidos e incautos. Es en la calle donde se siente más seguro, en el entramado de líneas de tranvía, en los transbordos alocados y las repentinas decisiones de coger justo este itinerario para poder tomar una cerveza en el restaurante que alguien, irrelevante para Marija, había frecuentado quién sabe cuándo. ¡Un tipo increíble! Tan diferente de aquellos con los que ella había despilfarrado su juventud, sin reflexionar, como suele hacerse a esas edades y, ciertamente, como él nunca había hecho. Pero ese no era el problema, sino la satisfacción y el orgullo indisimulado, la casi irracional felicidad con la que él eludía el espacio que debería haber sido la vida misma. Lo había sospechado desde el primer día y, sin embargo, se había quedado a su lado todos estos años, con la esperanza de que la relación superara pruebas a veces difícilmente inimaginables. "


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