Tinta roja (fragmento)Alberto Fuguet
Tinta roja (fragmento)

"La noche está sospechosamente caliente, húmeda, con nubes que tapan la luna, empapadas de un tinte rojizo, como si fueran brasas que aún no se apagan. El día ha sido largo, crispado. Un incendio arrasó varias cuadras de bodegas, casas y almacenes en La Cisterna. Varios muertos y, nadie sabe por qué, una vaca calcinada.
¿Qué más? Un agónico suicida, que se disparó en la sien, salió a la calle MacIver desesperado, arrepentido, arrastrando su sangre por entremedio de los acalorados peatones. Escalona —en exclusiva— fotografió al tipo, Ernesto Valdebenito Ponce, 47 años, apoyado exhausto en la inmensa vitrina del Café Paula ante el horror de los comensales. El vidrio quedó chorreado en sangre antes de que Valdebenito Ponce expirara ahí mismo.
Al final del comedor del primer piso del bar/restorán Congreso Nuevo, una cuadra más abajo del abandonado Congreso Nacional, la mesa está atestada de colegas cubiertos de hollín. Saúl Faúndez se halla a la cabecera, rodeado de Roxana Aceituno, que luce flores estampadas y un escote transpirado, y del Negro Soza, del Extra. También se encuentran presentes Escalona, Alfonso, el Chico Quiroz y el Topo Ulloa, de La Crónica Ilustrada. Waldo Puga, el veterano reportero policial de El Universo, se ha unido a ellos.
La mesa está llena de copas y platos de comida. Varios comen conejo al escabeche. También hay fuentes con ensalada a la chilena y restos de humitas. El local está hirviendo y las aspas de los ventiladores aportan poco aire, aunque hacen circular el denso humo blanco de los cigarrillos. Los hombres están todos en mangas de camisa. Sus chaquetas cuelgan de los colgadores estratégicamente instalados junto a los espejos. La conversación ha girado, como las aspas, en banda.
[...]
La calle Emiliano Figueroa tiene apenas dos cuadras, pero en la primera, la que va entre Huamachuco y Copiapó, se concentran toda la acción y la fauna que le han dado la mala fama que tiene y se merece.
Emiliano Figueroa está en el epicentro mismo del barrio Diez de Julio, que es el nombre por el que todos conocen a esta angosta calle Huamachuco que se las da de avenida. Diez de Julio es, con justa razón, sinónimo de repuestos de autos, el lugar a donde vas si te han robado un espejo, quebrado un vidrio o rayado una puerta. Cientos de estos boliches se amontonan a la largo de la calle. No hay dónde perderse y es una ganga. En Diez de Julio un motorista puede arreglar el desperfecto que sea ahí mismo, en plena calle: le hacen el trabajo a la vista. Desde parchar un neumático hasta desabollar un choque. Diez de Julio es un barrio de hombres, de maestros, de manos engrasadas, cotonas sucias y garabato limpio.
Emiliano Figueroa, en tanto, es una calle de putas que de día vuelca sus servicios a la clientela cercana. Es común que, después de una buena propina o de cambiar el aceite, los mecánicos se den una vuelta, aprovechando la hora de almuerzo. De noche, el asunto se sofistica aunque no demasiado. Lo que sí varía son los parroquianos. Llegan de más lejos y en auto, en grupo, después de una fiesta o despedida de soltero. Emiliano Figueroa atrae a jovencitos de clase media en busca de aventuras criollas y decadentes. También a oficinistas que llegan en taxi, puesto que muchos taxistas tienen convenio con las putas, las cabronas y los cafiches, y trabajan a porcentaje. "



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