El optimismo de la voluntad (fragmento)Jorge Herralde
El optimismo de la voluntad (fragmento)

"La afirmación de Isabel Allende nos invita a hacer una lista (a Bolaño, como a su admirado Perec, le encantaban las listas) de los autores de los que Bolaño dijo mucho de bueno. Así, Borges y Bioy y Bustos Domecq, Silvina Ocampo, Rodolfo Wilcock, Cortázar, Manuel Puig, Copi, Nicanor Parra, Enrique Lihn, Gonzalo Rojas, Jorge Edwards, a ratos José Donoso, Juan Rulfo, Sergio Pitol, Carlos Monsiváis, Juan Marsé, Álvaro Pombo, Ricardo Piglia. Nombres obvios, sí, pero que dibujan una cartografía precisa, de incluidos y excluidos: de una parte el fervor de la literatura; de otra, para decirlo con Martin Amis, la guerra contra el cliché.
Pero es probablemente más significativa su lectura apasionada y generosa de tantos autores de su generación y aun de escritores más jóvenes, aquellos que conforman lo que Bolaño llamaba la voluntad de ruptura en lengua española de la generación de los noventa. Veamos unos nombres: Fernando Vallejo; César Aira, Alan Pauls y Rodrigo Fresán; Rodrigo Rey Rosa; Juan Villoro, Daniel Sada, Carmen Boullosa y Jorge Volpi; Enrique Vila-Matas y Javier Marías; Pedro Lemebel y Robert Brodsky. El dibujo ya es bien nítido.
Ante esta lista de entusiasmos, de lectura sistemática de escritores jóvenes (lo que no es precisamente muy usual por parte de tantos autores), una lista cuyos posibles aciertos decidirá la posteridad (pero que no parece desencaminada), las polémicas despertadas por las opiniones contundentes de Bolaño parecen, como él afirmó, “polémicas totalmente gratuitas, estornudos”.
También merece descartarse que tampoco escaparan a su crítica notorias vacas sagradas españolas, desde la parte central de Los detectives salvajes, de forma algo enmascarada pero evidente, siguiendo en varias entrevistas y acabando en “Los mitos de Cthulhu”, la conferencia que cierra su último libro. Unas andanadas que a Bolaño, que no tenía posiciones que escalar ni tenía que vengarse de nadie, en nada podían beneficiarle. Es obviamente mucho más peligroso despellejar en público que hacerlo en privado, un deporte que los escritores (y no escritores) practican (practicamos) con suma asiduidad.
Daba la impresión de que Bolaño escribía como Kafka dijo, creo, que debería hacerse: escribir como si se estuviera muerto. Y esto me recuerda la forma como Jacques Rigaut apostrofaba a sus amigos dadaístas menos radicales: “Vous êtes touts des poètes et moi je suis du côté de la mort”. Y a los muertos, si no otra cosa, la sinceridad se les supone. "



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