El curso (fragmento)Juan Antonio Payno
El curso (fragmento)

"Por el cielo, azul y despejado, volaba con gran estrépito un B-52 de tripas electrónicas, con una bomba atómica en sus entrañas, mirando, mirando el radar.
El americanito más pequeño y rubio mascaba chiclé, con las manos en los bolsillos de su traje de béisbol.
En un jardín de otra calle un terrier chiquito, blanco, ladraba entre un banco de lilas que le envolvían.
En su nuevo entusiasmo cultural, Darío empezó a ir a conferencias. Recorrió durante las semanas siguientes varias salas. Oyó hablar a diversas personalidades de las letras, las ciencias, la filosofía y la crítica. Redobló el interés por el estudio. Y despertó un ansia de saber más, de ampliar conocimientos. Compró varios libros de Filosofía, Arte y Matemáticas. No solía salir de su casa: quedaba en ella estudiando, leyendo o pensando.
Bele había dejado de ir a la Sierra. Volvía a reunirse con sus amigos de siempre. Iban los domingos por la mañana al quiosco del paseo de la Castellana, que tenía las sillas de mimbre amarillo. Allí estaban todos. Menos Melletis. La falta del nervioso era muy notada. Se preguntaron unos a otros a qué se debía. Corrió el rumor de que iba a unas reuniones que organizaba Darío, con algún dudoso fin. Algunos, astutos que sabían las ideas políticas de Melletis, opinaron que serían reuniones políticas subversivas. Otros pensaban que debía tratarse de algo más o menos cultural, o alguna extravagancia parecida. Piti sintió brotar una confusa admiración por el extraño Darío. Otros no opinaron nada. Pero en general descartaron el asunto. Le dieron el trato que las señoras de cierta edad dan a los deslices sexuales de sus hijas: mejor es non meneallo.
Y siguieron hablando del «Mercedes» último modelo, Nat King Cole y las gambas al ajillo.
Extrañó a Bele la llamada que Darío hiciera a mediados de enero. Más le extrañó que no volviera a haber llamado. Una vez pensó que era muy presuntuoso. Comentó su impresión con Teresa. Estuvieron de acuerdo. Teresa tenía una alta reverencia por Bele. Hacía de los problemas de ésta los suyos propios. Tomó a pecho el desprecio de Darío. Le resultó antipático.
Bele se olvidó pronto de todo. Seguía su vida de colegio, en la que se sucedían aburridamente las clases. Seguían persiguiéndola muchachos en continuas llamadas telefónicas. Ella se divertía feliz. En Darío no pensó más que para reprocharle ser causa de la ausencia de Melletis, el divertido nervioso.
«¡El fuego! ¡El fuego! Los maíces se queman. Y las nubes no llueven. Estúpidas nubes. ¡Estúpidas! Siempre de cháchara, allá en sus alturas. ¡Sin importarles nada lo que pasa allí abajo! ¡Que se las necesita! El fuego viene ardiendo campos. Campos de maíz. Campos que hubieran sido alimento de hambrientos, sangre de ganados, jornal de mozos. Pero ahí está el fuego. ¡Crujiente, sádico por triturar hombres! ¡Sádico de triturar maíces!
»Ya no brillarán los granos en las solanas. Ya no habrá fiesta las noches con luna. Porque el fuego raja la vida. El valle arde en llamas. Desde el mar los barcos ven el humo. Pero van felices en agua. ¡Dichosos los buques en galerna! ¡Dichoso morir en abundancia! En el valle los maíces han muerto. "



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