La confesión de Augsburgo (fragmento)Philipp Melanchthon
La confesión de Augsburgo (fragmento)

"Se ha acusado falsamente a nuestras iglesias de suprimir la Misa, pero ésta se mantiene entre nosotros y se celebra con la mayor reverencia. También se conservan casi todas las ceremonias habituales, salvo que las partes cantadas en latín son intercaladas aquí y allá con himnos en alemán, que se han añadido para educar a la gente, visto que las ceremonias son necesarias para el sólo fin de enseñar a los legos [lo que necesitan saber de Cristo]. No tan sólo Pablo mandó emplear en la iglesia un idioma que el pueblo entienda, 1 Cor. 14,2. 9, sino que eso también ha sido ordenado por la ley humana. La gente está habituada a compartir el sacramento, si está preparada para ello, y eso aumenta la reverencia y devoción del culto público; no se admite a nadie a menos que se le examine primero. Además se aconseja al pueblo respecto de la dignidad y el acceso al sacramento, y cuán gran consuelo aporta a las conciencias angustiadas, que puedan aprender a creer en Dios y a pedir y esperar de Él todo lo bueno [también se le instruye acerca de otras cosas y de falsos preceptos concernientes al sacramento]. Este culto agrada a Dios, ese uso del sacramento incentiva la verdadera devoción hacia Dios. No parece, pues, que la misa se celebre más devotamente entre nuestros adversarios que entre nosotros.
Pero es evidente que durante mucho tiempo la queja más pública y grave de todos los hombres buenos, es que la misa ha sido burdamente profanada y aplicada a fines de lucro. No se desconoce cuán lejos va este abuso en todas las iglesias, qué tipo de hombres dicen misas sólo por los honorarios o estipendios, y cuántos las celebran contrarias al canon. Pablo amenaza seriamente a los que tratan indignamente la eucaristía cuando dice, 1 Cor.11, 27: Toda persona que come de este pan y bebe de esta copa del Señor sin ser digna de ello, será culpable del cuerpo y sangre del Señor. Cuando, por lo tanto, a nuestros sacerdotes se les advirtió de este pecado, las misas privadas fueron discontinuadas entre nosotros, donde ya casi no se celebraban, excepto por lucro.
Los obispos no ignoraban estos abusos, y si los hubieran corregido a tiempo ahora habría menos disensión. Hasta ahora, de su propia connivencia, toleraron que mucha corrupción se infiltrara en la Iglesia. Actualmente, cuando ya es demasiado tarde, comienzan a quejarse de los problemas de la Iglesia, siendo que éstos fueron ocasionados simplemente por abusos tan evidentes que ya no se podían soportar. Ha habido grandes disensiones en relación con la misa y el sacramento. Tal vez al mundo se le está castigando por profanaciones de la misa como las permitidas en las iglesias durante tantos siglos por los mismos que habrían podido corregirlas, y que tenían la obligación de hacerlo. Porque en los Diez Mandamientos está escrito, Ex. 20, 7: El Señor no dejará sin castigo al que tome Su nombre en vano. Pero desde que el mundo existe, nada de lo que Dios ordenó parece haber sido tan mancilladas por sucio lucro como la misa.
Está también la idea que incrementó infinitamente las misas privadas, a saber, que Cristo, por su pasión, dio satisfacción por el pecado original e instituyó la misa en cuanto ofrenda por los pecados diarios, veniales y mortales. De ello ha surgido la idea común de que el acto exterior de la misa quita los pecados de los vivos y de los muertos. Entonces ellos comenzaron a debatir si una misa dicha por muchos vale tanto como una misa especial para alguien, y esto suscitó ese número infinito de misas. [Con ellas querían obtener de Dios todo lo que necesitaban, y entretanto la fe en Cristo y el verdadero culto fueron olvidados]. Nuestros maestros han señalado que esas posturas se apartan de las Sagradas Escrituras y disminuyen la gloria de la pasión de Cristo. Esta fue una oblación y una satisfacción no solamente por la culpa original sino también por todos los demás pecados, como está escrito en Hebr. 10, 10: Somos santificados por la ofrenda que Jesucristo hizo de una vez y para siempre. Y en 10, 14: Mediante una sola ofrenda Él perfeccionó para siempre a los santificados. [Es una inaudita innovación de la Iglesia sostener que Cristo por su muerte dio satisfacción sólo por el pecado original y no además por todos los demás pecados. Se espera, por lo tanto, que todos entiendan que este error no ha sido reprobado sin la debida razón].
La Escritura también enseña que somos justificados ante Dios por la fe en Cristo, cuando creemos que nuestros pecados son perdonados debido a Él. Ahora bien, si el acto exterior de la misa quita los pecados de los vivos y los muertos, la justificación viene por obra de las misas y no de la fe, lo que la Escritura no avala. Cristo nos manda, Lucas 22, 19: Haced esto en memoria mía. En consecuencia, la misa se creó para que la fe de aquellos que recurren al sacramento recuerden qué beneficios recibe de Cristo, y que alegra y consuela la ansiedad de conciencia. Porque recordar a Cristo es recordar Sus beneficios y entender que de veras nos son ofrecidos. No basta recordar sólo la historia, cosa que también pueden hacer los judíos y los impíos. La misa, entonces, debe utilizarse para este fin, para que el sacramento [comunión] se administre a los que tienen necesidad de consuelo, como dice Ambrosio: como siempre he pecado, estoy siempre obligado a tomar el medicamento. [Por lo tanto este sacramento exige fe, y sin ella se le recibe en vano]. "



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