Mal dadas (fragmento)James Ross
Mal dadas (fragmento)

"No volvimos a ver a Wilbur Brannon en toda la semana. Supongo que estaba ocupado tratando de dar con Bert Ford. Los clientes empezaron a hablar de la desaparición y el tema acabó siendo el más comentado, pero Smut y yo lo evitábamos siempre que podíamos.
Cuando ya se acercaba el fin de semana, Smut fue a Corinth a renovar la letra, pero J. V. Kirk se negó. Decía que era demasiado arriesgado para el banco. Mandó a Smut a ver a Astor LeGrand, que compró la letra. La cambiaron y la pusieron a su nombre. Por los trámites cobró cincuenta dólares, con lo que el total quedó en más de quinientos. Cuando Smut me lo contó le dije que no podía ser bueno que Astor LeGrand se la hubiera quedado, pero él respondió que no pasaba nada. Tenía dinero y ya se encargaría de Astor cuando llegara el momento. Podría haber sacado una parte de lo que le habíamos quitado a Bert Ford para pagar la letra, pero estuvimos de acuerdo en que lo mejor era seguir pareciendo pobres durante una temporada. Si las cosas empezaban a irnos muy bien demasiado deprisa alguien podría sospechar.
El sábado por la tarde fue a vernos el sheriff Pemberton. Se había montado una buena partida de póquer en una de las cabañas, y cuando Smut vio llegar el coche mandó a Dick Pittman a decirles a los muchachos que se esfumaran. Cuando entró en el local, el sheriff nos encontró a Smut y a mí sentados delante de la barra repasando un montón de facturas que habían llegado aquel día.
Era un hombre bajo y grueso, y con las piernas tan arqueadas que no habría podido atrapar a un cerdo en una zanja. Llevaba siempre un traje azul de sarga y un sombrero de vaquero gris, y lucía una cartuchera y una pistolera en la cadera. Iba mascando tabaco. Probó puntería con la escupidera y oí un sonido metálico cuando el jugo de tabaco la alcanzó. El sheriff R. L. Pemberton tenía pinta de tonto con cara de pan de kilo, pero era solamente eso, la pinta.
[…]
Durante un par de semanas más todo el mundo habló de Bert Ford; cada vez que entraba alguien, con la excepción de los turistas, nos preguntaba por él, y a veces me ponía bastante nervioso. Casi todos coincidían en que le habían robado su dinero y luego se lo habían llevado a algún lado para matarlo. La gente creía que había sido cosa de alguien de fuera de Corinth que se había llevado a Bert muy lejos de allí y se había deshecho de él. El sheriff empezó a investigar si tenía algún pariente que fuera a reclamar la granja, pero eso no quería decir que hubiera tirado la toalla. A mediados de febrero ya no se hablaba tanto del caso, sino de los dos equipos de béisbol que iban a ir a Corinth a entrenar durante la primavera. Sin embargo, el sheriff dejó claro que no había dado carpetazo al asunto. Aunque los votantes lo hubieran olvidado temporalmente, cuando se acercaran las primarias ya se encargarían de recordárselo a menudo los interesados en arrebatarle el cargo. El sheriff Pemberton ya había dejado dos asesinatos sin resolver desde que lo habían elegido.
Subieron las temperaturas y parecía que la primavera se había adelantado. Empezaron a brotar los ciruelos y los árboles de Judea también florecieron un poco. La gente mayor decía que no, que los brotes de los ciruelos no querían decir nada y que al invierno aún le quedaba bastante cuerda. Según el viejo Joshua Lingerfelt, hacia el 1 de marzo iba a caer una gran nevada. Decía que las marmotas aún no habían salido de la madriguera y que quedaba un buen trecho para la primavera.
No obstante, Smut Milligan decidió que el invierno había terminado. El negocio empezó a ir viento en popa. Los turistas ya volvían al norte desde Florida y, como a muchos les entraba hambre por el camino, paraban en el salón de carretera y se ponían las botas, y Smut no era de los que regalan comida.
Además, cuando hacía buen tiempo como en aquella época siempre iba bastante gente de Corinth, y por entonces el salón de carretera ya tenía su fama y acudía gente también de otras ciudades. Rufus y Johnny trabajaban todo lo que podía esperarse de dos morenos, pero empezaron a quejarse a Smut de que necesitaban ayuda en la cocina. Les dijo que lo estudiaría. "



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