La República Española y la Guerra Civil (fragmento)Gabriel Jackson
La República Española y la Guerra Civil (fragmento)

"Durante agosto y septiembre las milicias republicanas se fueron retirando rápidamente. De vez en cuando, un gesto heroico de resistencia retrasaba a los conquistadores durante un par de días y les costaba unas cuantas vidas más. En ocasiones, un bombardero Breguet, pilotado por un aviador republicano o un aviador francés voluntario, hostigaría a los convoyes de camiones y permitiría así al Gobierno de Madrid seguir el rápido progreso de las fuerzas insurgentes. Pero virtualmente no había oficiales de carrera de Estado Mayor, ni alambre espinoso, ni artillería, ni palas y muy pocas municiones. Los oficiales leales eran necesarios para preparar la eventual defensa de Madrid. La falta de pilotos calificados y la escasez de piezas de repuesto y de gasolina hacían que la mayoría de los aviones permanecieran inactivos en el suelo; además, los Breguets con quince años de antigüedad, que carecían de armamento en el morro y volaban lentamente, eran un objetivo fácil para los aviones italianos de caza.
En la ciudad de Toledo se estaba desarrollando una situación única. Se habían dado muchos casos de cuarteles que quedaron aislados o de ciertas zonas de una ciudad sitiados durante varias semanas después del 18 de julio. En Toledo, luego de tres días de luchas indecisas en las estrechas calles de la ciudad medieval, unos 1.000 guardias civiles y de asalto, falangistas y un puñado de cadetes de infantería se retiraron al Alcázar. Se llevaron con ellos a unos centenares de mujeres y niños, muchos de ellos familiares de conocidos izquierdistas.240 Bajo la dirección del coronel Moscardó, se prepararon para resistir un sitio en toda regla mientras esperaban el triunfo del alzamiento militar.
El Alcázar era una fortaleza de piedra que se levantaba sobre una colina que dominaba el valle del Tajo. Los republicanos ocupaban los edificios próximos. Sitiadores y sitiados se podían gritar unos a otros sin necesidad de altavoces. Cuando estuvo claro que el alzamiento había fracasado, los republicanos esperaron que la fortaleza se rindiera. Al saber que el ejército de África inició su rápido avance desde Andalucía, los defensores cobraron ánimos y los atacantes empezaron a preguntarse si la escasez de alimentos y agua serían suficientes para forzar a una capitulación antes de que les llegara ayuda de fuera. Nadie estaba seguro de cuántas personas había en la fortaleza y de qué provisiones disponía el coronel Moscardó para alimentarles. El Gobierno carecía virtualmente de cañones pesados capaces de perforar los muros de piedra que en muchos puntos tenían varios pies de grosor. Hasta el 24 de agosto no cañonearon la fortaleza, en parte por falta de proyectiles y espoletas, en parte porque los hombres de las milicias eran conscientes del hecho de que dentro había familiares suyos. A finales de mes, dispararon un obús del calibre 155 y varios del 15 y comenzaron a excavar túneles con la intención de volar los sótanos en donde se refugiaban la guarnición sitiada y sus rehenes.
El 9 de septiembre, el teniente coronel Vicente Rojo, que había sido instructor de la Academia Militar del Alcázar, que procedía de una familia derechista y que tenía algunos amigos entre los defensores, entró en la fortaleza con bandera blanca, tratando de conseguir su rendición, o al menos la liberación de los rehenes. El día 11, un sacerdote madrileño, el padre Vázquez Camarasa, trató de persuadir al coronel Moscardó de que soltara a las mujeres y a los niños. El coronel hizo venir a una mujer, quien a su presencia aseguró al padre que las mujeres del Alcázar deseaban compartir la misma suerte que sus hombres. Dos días después el embajador chileno, decano del cuerpo diplomático, vino a Toledo con el mismo propósito. El coronel Moscardó envió a su ayuda de campo para saludar al embajador por un altavoz y para decirle que los defensores escucharían respetuosamente cualquier mensaje que él deseara enviarles a través del «Gobierno nacional de Burgos». Ante la frase «Gobierno nacional», los milicianos empezaron a insultarlos, y el diálogo no pudo proseguir.241 El 18 de septiembre los atacantes hicieron estallar tres minas subterráneas, que causaron algún daño al edificio, pero no a sus ocupantes. El día 26 el general Varela acampó al otro lado del río, frente al Alcázar. La mayoría de los desmoralizados milicianos ya se estaban retirando hacia Madrid. Algunos centenares resistieron desesperadamente en el cementerio a la mañana siguiente; pero fueron intensamente cañoneados y el cementerio fue tomado, piedra a piedra. Los insurgentes avanzaron entonces hacia los cuarteles y el hospital, donde mataron a los heridos en sus camas. A última hora de la tarde, los famélicos ocupantes de la fortaleza salieron a las calles ahora dominadas por los moros y los legionarios. Un coronel Moscardó muy delgado y barbudo informó al general Várela al día siguiente: «Sin novedad en el Alcázar». Los defensores habían sufrido unas 80 bajas en las 10 semanas que duró el asedio. "



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