La maldición de Eva (fragmento) "Sospecho que ese es el punto en el que los problemas del novelista coinciden con los de la sociedad. Había un tiempo en el que definíamos a la gente, mucho más que ahora, por si vivían o no de acuerdo con cierto patrón sexual predeterminado, con el que era mucho más fácil saber a qué nos referíamos al decir «un hombre bueno» o «una mujer buena». «Una mujer buena» era aquella que se ajustaba a nuestra idea de lo que una mujer debía ser y de la forma como debía comportarse. Lo mismo que «un hombre bueno». Había ciertos conceptos sobre qué era la hombría y la forma de adquirirla; la mayoría de los expertos en la materia estaban de acuerdo en que no era algo con lo que nacieras; debías ganártela de alguna forma, conseguirla o ser iniciado en ella; se tenían en cuenta los actos de valentía y heroísmo, la capacidad para soportar el dolor sin inmutarse, o para beber mucho sin desmayarse, o lo que fuera. En cualquier caso, había normas, y uno podía trazar la línea que separaba a los muchachos de los hombres. Es cierto que el modelo sexual masculino tenía muchos inconvenientes, incluso para los hombres. No todo el mundo podía ser Supermán, la mayoría se quedaban en Clark Kent, pero en aquellos tiempos había algunos elementos positivos y útiles. ¿Con qué los hemos sustituido? Sabemos que las mujeres han pasado por un estado de agitación y conmoción durante un tiempo, y que el movimiento genera energía; hay muchas cosas que pueden decir hoy las mujeres que entonces no era posible decirlas, pueden pensar muchas cosas que antes eran impensables. Pero ¿qué les estamos ofreciendo a los hombres? Sus dominios, aunque amplios, están disminuyendo. La confusión, la desesperación, la ira y los conflictos que hallamos en los personajes masculinos no sólo suceden en las novelas. Están ahí fuera, en el mundo real. «Sé una persona, hijo mío», ya no tiene el mismo sentido que «Sé un hombre», a pesar de ser un objetivo muy válido. El novelista como novelista, a diferencia del escritor romántico, toma lo que hay como punto de partida. Lo que hay, si hablamos de hombres, está en un momento de cambio, las actitudes nuevas se solapan con las viejas, ya no hay normas sencillas. Alguna forma de vida emocionante puede surgir de todo esto. Mientras tanto, creo que las mujeres deben tomarse los asuntos de los hombres tan en serio como esperan que ellos se tomen los suyos, como novelistas y como habitantes de esta tierra. Con demasiada frecuencia topamos con la idea de que sólo el sufrimiento del sexo femenino es sufrimiento auténtico, sólo los miedos de las mujeres son miedos de verdad. Para mí esa idea es equiparable a la de que sólo la clase obrera es real, que la clase media no lo es, etcétera. Por supuesto que hay una distinción entre el sufrimiento vivido y la mera autocompasión infantil, y sí, el miedo de las mujeres a que los hombres las maten está basado en algo real, mucho más extendido que el miedo de los hombres a que se rían de ellos, de acuerdo con las estadísticas. El daño a la propia imagen no es exactamente lo mismo que una fractura de cuello, pero no hay que subestimarlo: se sabe que los hombres matan y se matan por algo así. " epdlp.com |