La joven de la costa (fragmento)Pramoedya Ananta Toer
La joven de la costa (fragmento)

"La joven rió y, al oír el sonido de su voz, se dio cuenta de que hasta su risa sonaba distinta. Ya no era la que había sido. Antes, muchos habían comparado su risa con el sonido que produce una olla de latón al dar contra una roca. Volvió a reír. ¿A qué sonaba su nueva risa? Meneó la cabeza, incapaz de compararla con nada.
Mardinah dormía a su lado, con la cabeza apoyada sobre un cesto de tabaco. La joven dejó de reír y estudió atentamente el rostro de su criada. Se dijo que solo un loco podría no interesarse por aquella mujer. Sus labios eran finos y parecían dos echalotas rojas; sus cejas eran oscuras y pobladas y casi se unían en el puente de la nariz; su mandíbula era redonda y suave, acorde con el resto del rostro. Poseía unas facciones demasiado hermosas para ser una criada. Pero ¿qué albergaba su corazón?
El cansancio empezaba a ganarla. Volvió a contemplar el rostro de Mardinah. Se sorprendió pensando a cuántos hombres habría hecho felices esa mujer, pero abandonó de inmediato esa idea, furiosa consigo misma por albergar tales pensamientos.
A medida que la marea subía, el sonido de las olas se hacía más audible. El sol, que se ponía por el oeste, hacía que las olas pareciesen aún mayores. ¿Qué estaría haciendo su padre en esos momentos? ¿Y su madre?
La brisa se convirtió en una hermosa canción de cuna, tan relajante como las que su madre le cantaba a su hermano pequeño a la hora de acostarse. La joven se reclinó sobre el cesto de tabaco, sonrió y trató de dormirse con el recuerdo de la nada de su madre.
[…]
El bardo golpeaba el tambor y hacía sonar unos pequeños platillos. La noche pasaba y el sonido de las olas crecía con la marea. El canto se volvió más y más vivo.
Por fin, las mujeres sirvieron la comida y la fiesta llegó a su máximo esplendor. Eran verdaderos manjares preparados con especias procedentes de la ciudad. Después de comer, los habitantes del pueblo empezaron a acusar el cansancio y la fiesta fue muriendo lentamente. Las antorchas se fueron consumiendo y apagando.
Algunos hombres, que habían bebido vino de palma, se tumbaron junto a los árboles, en la playa. Había cajas de bambú vacías por todas partes. Los niños, agotados, se habían estirado delante de las casas, algunos incluso se habían dormido bajo las escaleras de acceso. En un momento dado parecía que todo el pueblo se había dormido, hasta el sereno desatendió su trabajo. "



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