La soledad en armas (fragmento)Pedro de Lorenzo
La soledad en armas (fragmento)

"Yo, yo miserable. O saldrán camino de América: la cátedra, el bufete. Está doña Cristina, la salud de la señora, tan delicada… Jimena, ¡este silencio! Odiarme no, Jimena. ¿La quise? Aurora, ¿basta para crear un amor? Nunca me he explicado mis relaciones con Jimena. Los descuidos. Su entrega. Hasta ahí, de acuerdo; nos empujaba al uno contra el otro, ¡no contra!, a uno y otro la desesperanza, el límite de la nada. Por qué se plantó en Alcándara, ya no. Era lógico amarse en una celda; se llama eso fatalidad. Pero ¡no se lo imaginaría! ¿Iba a pensarse dentro, que la dejaran pasar, conmigo horas y horas? El que no insistiera, que no me volviese a ver, a escribir… Una carta, la noticia de su estado, el nacimiento de la hija. ¿Vivirán con los padres de Jimena? O ¡qué cruel!: ¿vivirán? ¿Habrá otro hombre? La niña, ¡cómo he venido yo a desentenderme! Ni una fotografía de Jimena: la del carnet de aquel club deportivo, antes de separarnos, la reencontré pinchados los ojos, yo de permiso. He roto la fotografía. No dije nada a Catalina. La incomprensión tiene otro nombre: Catalina. Nunca le confesé mis intimidades. No vivo con Jimena. Si Jimena entra ahora por esa puerta, ¿yo qué hago?, eso. En mucho es como si mis actos los determinase Jimena: que los sepa y juzgue Jimena. ¿Se acabó el coñac? Aquí ya se detiene el pensamiento. Los papeles me regresan a la primera hora, camaradas de la primera hora… Ojeo, me distraigo; los debería quemar. ¿Qué pintan esos recortes, la carta de Catalina 18 de julio; la agenda del 36, con sus teléfonos y las crucecitas que voy poniendo a los desaparecidos del listín? Y hoy, ¿qué habrá pasado? El periódico, en La Bodega, ni lo miré: buscaba espectáculos, a dónde ir. Y ya está: Sala Blanca. Además, eran de ayer: noticias de antier. En Colombia hablan como en Centenera: antes de ayer, anteayer, antier. Me lo anunció el general; habré de ir a Colombia. Viaje de negocios a Colombia. En Colombia dicen antier. Y de quien se muere: «Pasó a la indiferencia»… ¡Recoño con el general: se las sabe todas! No, no he oído el parte. Y encima, ¡este silencio! En la guerra temblabas del silencio. Ni la calle, ni de las habitaciones, una sola sensación de vida. Estoy cansado. ¿Cómo irse al dormitorio así, con Catalina? Bajito: ven acá, radio, corazón, bajito que estamos en guerra y eres de auriculares, galena 1936, siempre pegada a mí. ¡Anda!, una estación de allá. Ahora, ahora. La una. "


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