Los caminos del hambre (fragmento)Jorge Amado
Los caminos del hambre (fragmento)

"Se encaminó a la puerta. Iba a decir algunas verdades a ese borracho. ¿Qué manera era esa de recibir a un colega? Tenía obligación de ir a esperarlo, mostrarle la repartición, presentarle el personal. Le diría lo que pensaba de su actitud.
Se volvió para buscar el sombrero. Tenía por hábito andar en cabeza, pero allí, con ese sol que quemaba los sesos, le sería imposible mantener su costumbre. Y debía comprar unos anteojos oscuros, sin falta. Admiró una vez la catarata, el agua chocando contra las piedras y la blanca espuma subiendo en borbotones. Era un hermoso espectáculo. Se lo contaría a Marieta en una larga carta que pensaba escribirle esa misma noche. Pero esa noche no escribió a Marieta y lo hizo recién a la mañana siguiente. La noche la pasó en el cabaret con el doctor Méndez, conociendo «a las chicas», como decía el otro.
Nunca imaginó que eso iba a ocurrir cuando cruzaba la plaza con intención de interpelar a su colega. Estaba dispuesto a decirle cuatro frescas y después arreglarse solo y pasar un informe a la Dirección. Y hacerle conocer a Floriano qué médico era este. Tal vez estuviese creído que no contaba con buenas relaciones y que era un cualquiera. O quizás lo tuviera a menos por haber sabido que era hijo de un sastre…
El doctor Méndez levantó sus ojos turbios. Su barba debía tener una semana por lo menos. Una barba rojiza y rala que daba al doctor Méndez un aire extraño de loco. Las manos le temblaban al meter los dedos entre sus cabellos despeinados. «Delirio alcohólico, —se dijo Leite, aunque concedió—: Tal vez en su comienzo». La ropa sucia y quemada en varios sitios por las chispas del cigarro que fumaba y cuya ceniza se desparramaba sobre las solapas y el pecho manchado de la camisa. "



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