El amargo don de la belleza (fragmento) "Yo encontré en aquellas palabras una falta de consideración por parte de Anubis, pero me guardé de comentarlo en voz alta a fin de no herir la susceptibilidad de gente tan piadosa, de manera que les permití quemar incienso a sus dioses protectores pese a que semejante ceremonia no hubiera sido del agrado del faraón. De todos modos seguí sin comprender cómo los hombres pueden amar a un dios y tenerle miedo al mismo tiempo. Cómo los dioses pueden fingirse amigos protectores del hombre sin dejar de ser sus enemigos fundamentales. Durante algunas noches, los ladridos de Anubis, convertidos en aullido de chacal, continuaron inquietando a los habitantes de la Ciudad del Sol, en la orilla opuesta; donde las ciudades son mucho más antiguas, se vio una procesión de difuntos caminando sobre las aguas del Nilo, que se habían vuelto negras de repente. En las azoteas, La gente hizo guardia hasta el amanecer por si el manto de Nut, al retirarse, se dignaba mostrar algún nuevo prodigio. Había conseguido dormirme, abrazado a Nellifer, cuando percibí el ruido de unos pasos precipitados y el brillo de unos ojos desmesuradamente abiertos que palpitaban como luciérnagas en medio de la oscuridad. Al conseguir desperezarme descubrí a Bercos, que tiritaba a mi lado. Como sea que estaba desnudo, pensé que el relente de la noche le había sorprendido en pleno sueño, pero no tardé en comprender que estaba temblando de miedo. Y por su discurso atropellado supe que no habíamos quedado libres de portentos. " epdlp.com |