Dentro de quince años (fragmento)Valeri Briúsov
Dentro de quince años (fragmento)

"En torno a dos años jugó Koretzkii este papel de confidente junto a Anna, hasta que ocurrió la inesperada catástrofe. Anna se enamoró de un italiano de paso, virtuoso violinista. Toda la destreza de Koretzkii se reveló en este asunto inútil, pues Anna no sólo no quería ocultar su pasión por el italiano, antes por el contrario hacía altivamente ostentación de ella. Cuando las habladurías sobre el asunto llegaron a la postre también al marido, Anna, sin encomendarse a Dios ni al diablo, abandonó su casa y se fue con su amante. Se produjo, claro está, un escándalo, parecido al que se recuerda en los anales de la vida moscovita. Poco después de esto Anna partió con el italiano al
extranjero. Nadie sabe con exactitud cómo vivió Anna fuera de Rusia.
Se asegura que la trataba vilmente, que la ofendió de todas las maneras, hasta golpearla incluso, que le robó cuando pudo y, a la postre, la echó de casa. De los tres años que Anna pasó en el extranjero, vivió con su amante solamente los primeros meses. Después, ciega de amor, continuó persiguiéndolo por todas partes en sus giras artísticas, le escribía cartas suplicantes, siempre esperando que él regresara a ella... . Por fin se hizo evidente que ya no había nada que esperar. Entonces, al cuarto año de su salida de Rusia, en otoño, Anna apareció de nuevo en Moscú. Para ese tiempo ya estaba divorciada de su marido. Koretzkii no perdió de vista a Anna ni un día. Mantuvo con ella constante correspondencia, y muchas veces le pidió permiso para trasladarse al extranjero, vivir a su lado y ayudarla en todo lo que fuera necesario. Anna siempre se negó. Pero cuando, a fin de cuentas, tuvo que romper con el italiano y regresar a Moscú, no encontró a nadie a quien volverse que no fuera Koretzkii. Koretzkii encontró para ella ese chalet donde se aposentaba ahora, y se afanó por la puesta a punto de su nueva casa. Cuando Anna se estableció definitivamente en Moscú, Koretzkii se convirtió en su constante y casi único visitante.
Hay que decir que los otros residentes de la calle, cuando se enteraron de que el chalet estaba ocupado por Anna Neriaguin, sufrieron de no poca ansiedad. Se indignaron incluso con el propietario de la casa, por habérsela dado a una mujer tan depravada que no dejaría de deshonrar a todo el vecindario con su comportamiento. Mas a las pocas semanas de la aparición de Anna resultó claro que ella estaba decidida a llevar una vida muy reservada. Excepto a Koretzkii, casi no recibió a nadie en su casa, renunció a restablecer las relaciones aún con aquellos de sus viejos conocidos que se lo solicitaron con ahínco; rara vez salió a algún sitio, y, en general, no dio pretexto alguno para que se hablara de ella.
El verano Anna lo pasaba en las posesiones de su tía, lejos de Koretzkii, que por primavera siempre salía al extranjero. Pasaron un año tras otro. La generación que recordaba a Anna como la altiva belleza legisladora de las modas, había dejado la escena. Comenzó a borrarse también el recuerdo del escandaloso suceso de antaño, de aquel en que la mujer de una aristócrata ruso se había fugado con un violinista italiano y éste la dejó. A los ojos de todos sólo había una conmovedora devoción de Koretzkii por Anna. Tenían lástima de Koretzkii, se reían de él, pero, sobre Anna, ya todos hablaban con respeto. "



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