Miel para los osos (fragmento)Anthony Burgess
Miel para los osos (fragmento)

"Pero si había mucho que hacer, lo ignoró durante el resto del día. Lo que quedaba de tarde lo pasó emborrachándose. Hizo cola con los demás hombres en los quiosquitos de las aceras. Descubrió un par de antros en un sótano, encantadoramente sucios, donde servían champán y coñac. Estaba encajando muy bien los golpes. No se creía homosexual en absoluto. Con la mente borrosa, fue comprobando sus reacciones ante los jóvenes atractivos de distinto sexo que se iba tropezando por la calle. Estaba bastante seguro de que le atraían más las mujeres que los hombres.
Más tarde, y todavía bastante bebido, se fue al cine Barrikada, en Nevsky Prospekt. La sala olía agradablemente a proletariado. Por lo que pudo colegir, la película era técnicamente brillante y aburrida de contenido: trataba de una pareja de meteorólogos recién casados que iban a Siberia y que regresaban a casa caminando con raquetas sobre la nieve, ansiosos de escuchar por la radio los comunicados del Partido desde Moscú. Un chico, el hijo de no se sabía quién, cantaba una canción sobre la Estrella Roja que brillaba sobre todos. Paul parpadeó ante los brillantes y monótonos paisajes nevados. Era difícil saber qué pensaba el resto de los espectadores. Casi dormido, volvió en sí con un sobresalto para encentrarse la pantalla inundada por el rostro de alguien extrañamente familiar. Era él mismo, enfurrufíado, abriendo la boca para enseñar una dentadura completa, separarla después para gritar: «¡Qué demonios!», y salir a continuación corriendo por la rampa hacia la terminal marítima. Reconoció otros rostros sonrientes, los de los músicos soviéticos. No entendió lo que decía el comentarista, pero hizo reír a parte de los espectadores. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com