Hablando con tus catorce bocas "Contigo he pasado esta noche, Sagrario, con tus versos, con tus catorce bocas, con tu naranja única; con tu deseo de dedos de rastrillo que llamaban a mis ríos solitarios y a mi sangre. Nunca, sabes, he podido verter en dunas esta arena y nunca esta agua dolorida sonó entre labios verdaderos, prolongado canto de piedra y transparencia igual que tu enjuagada caracola. Jamás los deltas infinitos de la aurora dejaron la materia, esta materia mía delgada regresando a su blancura, tu blancura, Sagrario, que pides al final con grito de tus ojos. Ahora recuerdo al apagar tu libro; tu soñar inmóvil, recuerdo el Dios que me has hablado ayer, la otra tarde por teléfono, que quema tu boca o tus catorce bocas y pienso en esa llave que tienes en tu arca que sabe abrir el beso, que sabe abrir la rosa, que sabe abrir la presa, ésta del pecho fundido en mordeduras, en solitaria sangre, esperando la copa cristalina siempre que pueda contenerla con pureza sin verter una gota de pureza. Y pienso, estoy pensando todas las distancias y todas las ausencias y cómo nunca verás en tu jabón mis huellas. Te veo perdida, dejando aquellas rosas en otra piedra borrada por tu llanto ¿por qué no estaría yo, allí, Sagrario, mis manos, para guardar aquel instante, la belleza de tus ojos como nunca, estoy seguro? Una lágrima tuya sola hinchada de soledad de ti tantas veces, como al abrir la puerta de tu casa, llega ahora a tu sed vertida en tu melena, filtrada hasta tu pecho ansiando ese otro pecho fuerte con latir de bronce y de caverna. Gracias por escribir hombre con mayúsculas, gracias también por tu mochila; ¿habrá algo en ella, me dejarás mirarlo, que cure las llagas que me deja esta locura mía de mis horas? Gracias, Sagrario, pero ¿es que acaso no sabes que cada uno de nosotros, todos, somos un pálido reflejo, ya olvidado de un solo dedo de aquel, de cuerpo recostado, que sueñas y a quien te llegas con ungüento y secas con tu pelo entero y ofrecido como ninguna Magdalena haría? Él, que solo puede ser el hombre, el vino de las vírgenes, la misma nada nuestra. Acércate una vez más, sólo te pido, está en tu alcoba; y con tu fe dorada de tus venas, que puede mucho, quema un poco mas, para este mundo que dejamos, de esa radiante ajazminada cera virginal que fluye de tus catorce bocas. " epdlp.com |