Las aventuras subterráneas de Alicia (fragmento)Lewis Carroll
Las aventuras subterráneas de Alicia (fragmento)

"Sonaba así un plan excelente, sin duda, y muy diestra y sencillamente expuesto: la única dificultad era, que no tenía la menor idea de cómo ponerse a realizarlo, y mientras estaba escudriñando ansiosamente entre los árboles a su alrededor, un pequeño ladrido seco justo sobre su cabeza le hizo mirar arriba a toda prisa.
Un enorme cachorrillo estaba mirándola hacia abajo con grandes ojos redondos, y alargaba débilmente una pata, intentando alcanzarla: «¡el pobre!», dijo Alicia con un tono mimoso, e intentó por todos los medios silbarle, pero estuvo todo el rato terriblemente alarmada pensando que podía estar hambriento, en cuyo caso probablemente la devoraría a pesar de todos sus mimos. Sin saber mucho lo que hacía, cogió un trocito de palo, y lo tendió hacia el cachorrillo: con lo cual el cachorrillo saltó por el aire con todas las patas a un tiempo, y con un gritito de gusto se lanzó a por el palito, haciendo como que lo atacaba: entonces Alicia lo esquivó tras un gran cardo para evitar ser atropellada, y, en el instante en que apareció por el otro lado, el cachorrillo se disparó otra vez hacia el palito, y rodó, la cabeza entre las patas, en su precipitación por cogerlo: entonces Alicia, pensando que era muy como jugar con un caballo percherón, y esperando ser aplastada a cada momento bajo sus patas, corrió hacia el cardo de nuevo: entonces el cachorrillo inició una serie de cortas arremetidas al palito, corriéndose cada vez un poco hacia delante y un mucho hacia atrás, y ladrando roncamente todo el tiempo, hasta que al fin se echó un tanto alejado, jadeando, con la lengua fuera, y los grandes ojos medio cerrados.
Esta le pareció a Alicia una buena oportunidad de emprender la huida: se puso inmediatamente en marcha, y corrió hasta que el ladrido del cachorrillo sonaba lo bastante débil en la distancia, y hasta que ella se quedó lo bastante cansada y sin aliento.
«¡Y a pesar de todo qué cachorrillo pequeñín tan gracioso que era!», dijo Alicia, conforme se apoyaba en una campanilla para descansar, y se abanicaba con su sombrero, «¡me habría encantado enseñarle trucos, si, si hubiera tenido tan sólo el tamaño adecuado para ello! Vamos a ver: ¿cómo me las voy a arreglar? Supongo que debería comer o beber alguna cosa u otra, pero la gran pregunta es ¿qué?».
La gran pregunta era ciertamente ¿qué? Alicia miró por todo alrededor a las flores y briznas de yerba, pero no pudo ver nada que pareciera la cosa justa que comer en aquellas circunstancias. Había una gran seta cerca de ella, más o menos de su misma altura, y cuando hubo mirado por debajo, y a ambos lados, y detrás, se le ocurrió mirar a ver qué es lo que había encima. "



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