La rama que no existe (fragmento)Gustavo Martín Garzo
La rama que no existe (fragmento)

"Unos días después coincidí con Claudia en Los Castaños. Me fijé que se había maquillado levemente, lo que raras veces solía hacer. Llevaba unos vaqueros, una camiseta a rayas azules y blancas y una chaqueta azul oscuro. Estaba muy guapa y me acordé de la frase de María Blanchard sobre aquella cámara real que todos guardábamos tapiada en nuestro interior. Esa tarde Claudia no tenía ningún problema en entrar y salir de la suya. Empezó a hablar de cuando nos habíamos conocido. De su llegada al instituto y de cómo se había sentido protegida por mí desde el primer momento. Habló de nuestras excursiones a la ría para observar las aves. Había aprendido muchas cosas de esas visitas. No sólo los nombres de las plantas y de las aves, sino algo más decisivo de lo que al principio no se había dado cuenta. Había aprendido para qué servía el mundo y a sentirse parte de él.
Luego habló de los días que pasó postrada en su casa tras su ataque de angustia. Estaba al borde del abismo y yo había acudido en su ayuda, como aquel muchacho que en el cuadro de Blanchard le ofrecía su bocadillo a la jorobadita que estaba encerrada en la casa. No digas eso, le contesté, tú no eres ninguna tullida. Permaneció un rato en silencio, rememorando los días del pasado. Debiste pensar que estaba loca, continuó. No sabía qué hacía, me odiaba a mí misma. Me miraba al espejo y no reconocía mi cara. Si hubiera tenido una máscara me la habría puesto para que nadie me pudiera ver, como aquel pobre hombre que en El fantasma de la ópera ocultaba de esa forma sus quemaduras. Deberíamos tener máscaras así, como tenemos sombreros o ropa. Tener la libertad de ponérnoslas cuando lo necesitáramos. Cansa tener un solo rostro, tener una sola vida, no poder escapar de lo que somos. "



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