(E)videntemente (fragmento)Ángel González García
(E)videntemente (fragmento)

"Creo que a los historiadores del arte también nos toca decir algo al respecto, aunque sólo sea reivindicar lo que de visionario hay casi inevitablemente en los procesos de creación artística, y quiero que entendáis que visionario, no en su acepción habitual y casi siempre grotesca de un arte de cosas raras o estereotipadamente enigmáticas con apariencia o pretensión de profecía, como las que pintaba el pesadísimo John Martin, e incluso –¡y que Dios me perdone!– un vidente tan acreditado y excelente poeta como William Blake; no, no en esta acepción de éxito editorial garantizado y colas interminables a la puerta de exposiciones como la reciente en la Tate Britain sobre Pesadillas góticas: Fuseli, Blake y la imaginación romántica, sino en otra mucho menos aparatosa, encantadoramente elemental y quién sabe si también original en su sentido etimológico, de visión hiperestésica de lo cercano y acostumbrado, como la que se da en algunas intoxicaciones por drogas; una visión de lo visible más que de lo invisible, y de este mundo nuestro más que de otros; una visión alucinada y alucinante. De manera que casi mejor que visiones, una palabra que a menudo conecta adoctrinamiento religioso o vaticinios catastróficos,tal vez debiéramos decir alucinaciones; aunque, bien pensado, ¿por qué habríamos de dejarles lo de ver visiones, con lo que ello implica de ejercicio reduplicado de la facultad de ver, a monjas en éxtasis o pitonisas por horas? Por otra parte, tampoco es que las alucinaciones gocen de mejor fama, consistiendo también ellas, como se dice en los diccionarios, en la visión de cosas que no son reales: inconsistentes y sin valor. Más aún, a diferencia de las visiones, a las que siempre se les puede sacar algún provecho ideológico, las alucinaciones tienen fama de perniciosas, sobre todo cuando se dan en enfermos mentales o en sujetos intoxicados. "


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