La otra búsqueda (fragmento)Rafael Arraiz Lucca
La otra búsqueda (fragmento)

"Se suele ir a Europa a visitar las ruinas de un pasado irremediablemente perdido; en India la alucinante realidad pasada es presente y es futuro. Todos los tiempos juntos en un vértigo de elefantes, camellos, motos, millones de personas en convivencia natural con los animales y una vida que discurre en la calle, donde literalmente ocurre todo, en medio de olores intensos, especias, colores encendidos y el ruido de las cornetas. ¿Pobreza? Muchísima. ¿Violencia en las calles? Poquísima en relación con el volumen de gente.
El hinduismo es mayoritario, el budismo, el mahometanismo y el cristianismo mucho menores en número e intensidad. Muchos dioses, dioses en todas partes. Una vida vinculada con la divinidad de manera callejera, cotidiana. Una insistencia cultural incesante en la práctica de la paz, la paz, la paz. Un evidente esfuerzo por construir una sociedad democrática que pase la página de las castas. Un desconcertante sentido del tiempo, como si no existiera en los términos de Occidente. No en balde en los palacios de los marajás que visitamos había grandes relojes de pie y de pared regalados por mandatarios occidentales, como señalando una urgencia, una carencia: el tiempo es oro.
La India es el otro mundo, realmente. No olvidemos que tanto el cristianismo, como el mahometanismo y el judaísmo, son religiones monoteístas, mientras que el hinduismo es tanto politeísta como monoteísta. En este sentido, es más distinto para nosotros que el mahometanismo y el judaísmo, de allí que todo el oxígeno cultural que se respira en India es otro, es el de la pluralidad politeísta encaminada hacia la creencia en un solo Dios. El viso autoritario del monoteísmo está ausente. Por supuesto, el autoritarismo toma otros cauces, pero el de la autoridad única que pretende un Dios único e infalible está ausente. Creer en muchos dioses y creer en uno solo es ponerse de pie ante la vida de manera radicalmente diferente. Eso se percibe en el ambiente una vez que bajas del avión: hay algo distinto que no sabes qué es, y es esto que señalo.
Aquella multitud de dioses me llevó a pensar que griegos y romanos no se sentirían ajenos al mundo de Agra, de Jaipur, de Delhi, acostumbrados como estaban a la divinidad politeísta. En cambio para nosotros, católicos, aquella diversidad inclinada naturalmente hacia el árbol de la tolerancia es un espectáculo maravilloso. No estoy incurriendo en una idealización. Sé que la realidad india tiene aspectos terribles, pero también sé que la manera de enfrentar la vida desde la aceptación de los designios de la divinidad estructura otras psicologías personales y colectivas, asistidos por la creencia en la reencarnación.
En aquel 2000 hicimos otro viaje significativo. Fuimos a Egipto. Un prodigio de ruinas faraónicas, la belleza del Nilo y sus riberas fértiles, el fascinante caos cairota, pero un clima humano que lejos de representar una grata sorpresa se acercaba al desagrado. En especial por la manera como los hombres se relacionan con las mujeres. Es algo que para nosotros es un cortocircuito de alto voltaje. Algo repugnante. De más está decir que entendemos que se trata de una cultura distinta, pero nuestros instintos nos llevan a pronunciar una mueca de malestar en la cara. El contraste India-Egipto no pudo ser mayor.
Regresamos a Caracas en agosto del 2000. El año nos había cambiado a todos. Especialmente a mis hijos, que entonces tenían 14 y 12 años. Regresé con varios proyectos. Cursar un posgrado (no había seguido ninguno), y me inscribí en una especialización en Gerencia de Comunicaciones Integradas en la Unimet. Obtuve el grado en el 2002. También traje un propósito que fue anidando en las bibliotecas de Oxford ante la presencia de su obra: entrevistar a Arturo Uslar Pietri, quien entonces tenía 94 años y estaba de despedida. "



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