Plop (fragmento)Rafael Pinedo
Plop (fragmento)

"Llovía. Hacía mucho que llovía. Y hacía mucho frío.
No había nada para comer. La chancha estaba preñada. Tenía guardia día y noche para que no se la comieran. Los cuerpos de los que morían la alimentaban.
El Comisario General había dicho que antes que sacrificar a la chancha, prefería comerse a su mujer.
Las mujeres parían hijos muertos.
Los exploradores en general no volvían. Uno estuvo fuera veinte días. Contó que se veía lo mismo en todos lados. Una migración no era posible.
Por lo menos no había perros salvajes.
Se formaron brigadas para ir a buscar comida. De la primera no se supo nada. De la segunda sobrevivió uno solo, que llegó herido. Antes de morirse, contó de grupos atrincherados que atacaban a cualquiera que se acercase.
Se formó una tercera brigada.
Salieron de noche. Eran seis en total: el jefe de Brigada, un explorador de Voluntarios Uno, un cazador, una mujer de Servicios Uno, Plop y Rarita.
Llevaban tres arcos y quince flechas. Y cuchillos. Y palos. Caminaron toda la noche, evitando cualquier luz. No se cruzaron con nadie.
Al amanecer descansaron un rato. Rarita cazó una rata con una flecha que se partió. El jefe le gritó. Cada flecha era preciosa.
Hirvieron la rata y tomaron el caldo. La carne le correspondió al jefe y a ella, que la había cazado.
Caminaron todo el día. Despacio, tratando de que no los vieran.
Cruzaron dos campamentos quemados. En el segundo, los muertos estaban todavía tibios y uno tenía las piernas recién cortadas.
A la tarde durmieron, con dos de guardia. Por la noche continuaron, ateridos.
Al tercer día los atacaron. Tiraron tres flechas. Tres cayeron. Los atacantes retrocedieron. Recuperaron las flechas.
El Jefe indicó descanso. Empezó a cortar carne de una pierna.
La mujer de Servicios se negó a comer. Plop tragó con arcadas. Rarita lo tomó con naturalidad. Plop le preguntó si era la primera vez. Lo miró sin contestar.
Siguieron. Dos días más. Sin comer.
Mataron a dos personas, un hombre y una mujer. Tenían carne seca, que les duró otros tres días.
El paisaje de yuyos y montañas de basura no cambiaba. Pero nada para cazar. Ni perros, ni gatos, ni ratas. Ni gente. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com